Convivencia y tolerancia, una
lección de historia……… por Kurt Schleicher
Una de las ventajas de cuando se va uno haciendo mayor es que las cosas
se ven con más perspectiva; quizás no con mayor claridad, pues la vista cansada
no ayuda... Los estereotipos que aprendimos de jóvenes no siempre son lo que
parecen, pero la globalización de la información al menos permite contrastarla.
Uno de los temas que siempre me llamó la
atención ha sido la Reconquista, así, con mayúscula. Tal como nos lo vendieron
de pequeños, debía ser algo muy parecido a la Guerra de la Independencia contra
Napoleón, en la que los españoles se juntaron todos a una contra el agresor e
invasor hasta conseguir echarle, pero hay un pequeño detalle que lo diferencia:
ésta duró 6 años (del 1808 al 1814) y la Reconquista nada menos que 780 años,
así como 130 veces más, es decir, más de 7 siglos (del 711 al 1492).
Si nos retrotraemos desde hoy hacia atrás en un periodo de tiempo
equivalente, llegaríamos al año 1233 nada menos, es decir, año en el que
faltaban aún dos siglos y medio para que terminase la Reconquista de verdad.
Dicho de otra forma, desde los visigodos hasta hoy no llega ni a dos
Reconquistas. Y anda que no han pasado cosas en los últimos 7 siglos… ¿Es que
el tiempo se nos ha espaciado? ¿Es que los minutos tienen ahora más contenido
que antes?
Siguiendo con esta comparativa de tiempos, los musulmanes invirtieron
bastante poco tiempo en hacerse con la península Ibérica completa, pues lo
lograron en 9 años (del 711 al 720). Si contamos con las incursiones al sur de
Francia, el momento de mayor expansión fue en el 726. Sin embargo, para la
Reconquista completa, se invirtieron más de 7 siglos.
Algo no cuadra. ¿Es que los musulmanes eran excelentes guerreros y los
cristianos unos mantas? No, desde luego; algo tiene que haber pasado en tantos
años, pues la vida continuó. Y mantener la “tensión liberadora” durante más de
7 siglos tampoco parece muy creíble.
Es curioso constatar que los musulmanes no entraron “porque sí”, sino que
lo hicieron para responder a una demanda de ayuda proveniente de Agila,
nombrado heredero por su padre Witiza, pero no
apoyado por los nobles visigodos que nombraron a Rodrigo, gobernador de
la Bética y último “rey godo”. No imaginaba el tal Agila la que había liado,
pues los musulmanes se dieron cuenta de la magnífica oportunidad que se les
ofrecía; cuando Rodrigo quiso reaccionar, sus colegas visigodos agilenses le
dejaron en la estacada, claro, y los musulmanes empezaron su paseo triunfal por
la entonces Hispania.
Profundizando un poco más, me doy cuenta que habría que dividir estos 7
siglos y medio de Reconquista en dos mitades; una, desde el comienzo (o con más
precisión, desde el primer emirato en 756) hasta la conquista de Toledo por
Alfonso VI en 1085, o sea, unos tres siglos y medio, y una segunda parte desde
esa fecha hasta su terminación en 1492, o sea, otros 4 siglos. ¿Por qué 1085?
Pues porque los musulmanes le vieron entonces por primera vez las orejas al
lobo cristiano y pidieron ayuda a sus hermanos al otro lado del estrecho de
Gibraltar. La historia se repetía, entrando los almorávides, más brutos y menos
tolerantes que sus paisanos anteriores, y que entraron “a saco” contra todos.
Esto también motivó a los cristianos, que decidieron que era el momento de
unirse contra los que estaban rompiendo “el status quo” imperante hasta esa
fecha y se movilizaron, eso sí, con calma. Todo esto también se propició por la
aparición de los reinos de Taifas, y no hay que ser muy almorávide para darse cuenta
de eso de “divide y vencerás”.
Parece mucho tiempo estos 4 siglos de la segunda parte como para no
dividirlos a su vez, cosa que habría que hacer en 3 partes: 60 años de dominio
almorávide que terminaron amoldándose, otros 127 años de dominio almohade, más
puristas islámicos todavía que los anteriores, hasta la batalla de las Navas de
Tolosa en 1212 cuando ya se estaban deshaciendo los terceros Reinos de Taifas. Y
la tercera: ya solamente quedaba el Reino nazarí de Granada, que increíblemente
sobrevivió otros 2 siglos, probablemente porque ya no constituía una amenaza y
se convivía bien con ellos.
Una vez adquirida esta perspectiva histórica, volvamos atrás a los 3
siglos y medio que van desde 756 hasta 1085; mucho tiempo es. ¿Por qué se
caracterizaba esta época? Pues porque entonces la gran parte del pastel
Hispania se llamaba Al-Andalus, o en árabe, al menos en su periodo de esplendor
coincidente con el Emirato y el Califato de Córdoba, pues a partir de ahí,
Al-Andalus empezó a decaer.
Tres siglos y medio es mucho tiempo; no
lo olvidemos. Sería como unir un periodo tirando hacia atrás desde hoy hasta la
época de Felipe IV y Velázquez; mismo comentario: ¡cuántas cosas han pasado en
todo este tiempo!
También hay que decir que en aquella época no
se daban las batallas con mucha asiduidad; eran mucho más abundantes los
periodos de paz que los de guerra, que salvo las excepciones bien conocidas, se
reducían a aceifas y razias que unos y otros, cristianos y árabes (y sus
mezclas), organizaban de vez en cuando para no aburrirse. Incluso se daban
incursiones de unos contra otros del mismo bando, tras las consabidas alianzas;
el mismo Cid Campeador es un ejemplo de ello durante una parte de su vida.
¿A dónde quiero ir a parar con todas estas disquisiciones históricas?
Pues que hubo en la historia un momento de
esplendor, coincidente por cierto con la época de la que estamos hablando, en
la que florecieron las ciencias, la medicina, la filosofía y el arte haciendo
de puente con las antiguas culturas a
modo de una especie de Renacimiento a la vez que en Europa se daba la “época
oscura” medieval. ¡Y encima por casi 4
siglos! Y no solamente en el ámbito científico y artístico, sino hasta en el
religioso: allí convivían árabes con judíos y cristianos, formando incluso
curiosas mezclas: mozárabes, moriscos, muladíes, mudéjares… todos juntos y se
podría decir que revueltos. Hombre, los árabes musulmanes tenían algunos
privilegios, sobre todo fiscales, que causaron alguna que otra revuelta, pero
al fin y a la postre uno se podía encontrar en una misma calle con toda clase
de negocios auspiciados por unos y por otros y nadie se rasgaba las vestiduras
Es evidente que la evolución posterior
muestra un progreso de la cultura llamémosla cristiana – occidental en sentido de
avance (el bien conocido Renacimiento y de ahí para arriba) y un claro
retroceso de la cultura islámica, impulsada por el extremismo religioso. Así
les va y así nos va…
Volviendo
a la época de esplendor de Al-Andalus, floreció ya entre el 822 y el 852 con
Abderramán II, que se entregó a la tarea de reorganizar administrativamente al
“país”; no olvidemos que ya era gran parte de Hispania. Asimismo, contribuyó de
forma relevante a dar imagen de moderación y tolerancia entre mozárabes,
musulmanes y judíos. Fomentó las ciencias, las artes, la agricultura y la
industria. La economía pasó de rural a urbana. Durante su reinado se introdujo
en Al Ándalus el sistema de numeración indo-árabe, llamada de posición con base
decimal. Inició, desde antes de ser proclamado emir, una biblioteca que llegó a
ser numerosísima, para lo cual encargó a personas de alta cualificación que le
trajeran de Oriente los ejemplares más interesantes y de mayor aportación al
saber. Atrajo a Córdoba a los más ilustres sabios de su época y cultivó
personalmente la poesía.
Se fomentó igualmente la ganadería y la
minería. En resumen: progreso.
Un ejemplo curioso: el primer “ingeniero
aeronáutico y aviador” de la historia mundial surgió en Córdoba en aquella
lejana época de mediados del siglo IX nada menos y era por tanto español: se
llamaba Abbás Ibn Firnás. Ni Leonardo Da Vinci ni
nada: el amigo Abbás investigó el arte de volar y construyó un armatoste
similar a un ala en delta, tirándose desde algún punto alto (algún minarete
quizás) y voló durante algún tiempo, aterrizando más o menos suavemente a
bastante distancia tras sufrir magulladuras y algún hueso roto. Descubrió (en
sus carnes, pues) que los aviones debían llevar cola compensadora… No quedó ahí
la cosa, pues hizo de su casa un planetario, en el que reproducía el movimiento
de los planetas y hasta lluvia y
granizo, para entender estos fenómenos y proteger la agricultura.
Ya que estamos con los planetas, en el campo
de la astronomía hubo también avances, como los debidos a Azarquiel, inventor
del astrolabio y de las órbitas elípticas de los planetas, anticipándose a
Kepler.
En medicina, Albucasis, precursor de los
procedimientos quirúrgicos y autor de numerosas obras de medicina y cirugía que
mucho más tarde fueron difundidas por Europa…
No hay que olvidar de aquella época y lugar
los avances en geografía, en farmacia, en filosofía, etc. que sería demasiado
extenso para tratarlo aquí, y solamente quería sacar a unos cuantos
“desconocidos” curiosos.
¿A dónde
quiero ir a parar con estas reflexiones y disquisiciones?
Pues que parece ser que una época de
esplendor suele coincidir con una época de convivencia y tolerancia, que permite avances de todos
los tipos, científicos y sociales, trayendo progreso; también es cierto que
esto suele darse tras periodos de guerra, cuando las gentes tienden más a la
unión que a la separación. La historia también nos muestra que esas épocas
siempre terminan con un final, normalmente de retroceso, como le ha pasado a la
cultura hispano-árabe, que desapareció y es incluso hoy en día una gran
olvidada. El extremismo religioso siempre es malo y más cuando es coercitivo,
como el islámico, que ha ido a más en periodo muy reciente. ¿Dónde ha quedado
esa tolerancia y esa convivencia? Que se lo pregunten a los egipcios hoy en día, por poner un ejemplo cercano. La
curiosa y gran contradicción es que muchos musulmanes de hoy dicen que añoran
la época de Al-Andalus y que uno de sus objetivos – o sueños- es una vuelta a
aquellos tiempos; para eso, son precisamente ellos los que debieran cambiarse a
sí mismos y aprender cómo eran entonces y darse cuenta “por qué” fue posible
esa época tan glorificada por ellos mismos.
Me
pregunto yo: ¿es tan difícil ser tolerante y tener sentido de convivencia?
Que
tampoco se entienda esto como un afán de aperturismo ciego hacia el islamismo,
pues no hay que mezclar la tripa con la tropa: los que vienen tienen que poseer
tanto o más sentido de convivencia y respeto que los que reciben: son los
invitados a unos países con una cultura a la que deben saber amoldarse;
haciéndolo así, ellos serán igualmente respetados. Si ha sido posible convivir
entre los siglos octavo y undécimo, ¿por qué no hoy?
Rizando
el rizo, los mismos principios de convivencia y tolerancia se podrían aplicar
en muchos campos. ¿A qué viene tanto afán separatista y nacionalista? ¿No es
mejor unir y convivir que separar? Si es que no aprendemos de la historia…
Sepamos
convivir y seamos tolerantes; parece ser que eso conlleva progreso y lo
contrario, retroceso.
KS, Enero 2014.
El mito de las tres culturas coexistiendo pacíficamente entre los Omeyas de Córdoba es eso, un mito, propagado por Américo Castro y más recientemente, por el presidente Obama en la universidad de El Cairo. Incluso Juan Luis Cebrián se refirió a la "la insidiosa Reconquista" como origen de nuestros males. En fin, que es un asunto controvertido. Optar por la versión idílica es, desde luego, muy bonito.
ResponderEliminarhttp://www.elmundo.es/ladh/numero60/debate.html
http://infocatolica.com/blog/historiaiglesia.php/el-mito-de-la-tolerancia-religiosa-en-la
http://www.academia.edu/925355/Tolerancia_convivencia_y_coexistencia_en_al-Andalus_mito_o_realidad
http://www.webislam.com/articulos/33575-la_convivencia_andalusi.html
Hay muchas cosas que pueden ser mitos o estar de acuerdo con la realidad. Ya digo en algún momento que las tres culturas no estaban conviviendo en aquella época en total igualdad; es evidente que los no-árabes o no-musulmanes lo tenían más difícil para acceder a cargos políticos en la época del Califato o del Emirato, pero eran tolerados y convivían. No eran perseguidos y también es cierto que como en todo, hay momentos en todos aquellos años que habrán sido más difíciles, dependiendo de la tolerancia de los que estuvieran en el poder. El que valía era siempre bien considerado, fuese de la religión que fuera.
ResponderEliminarHombre, no pongo la mano en el fuego, pero por lo que he leído es la impresión que me ha quedado. Y después, lo único que hago es sumar dos y dos y.. ¡sorpresa!... me salen cuatro. Y que floreció la cultura y que hubo progreso es innegable.
Vaya! no podían acceder a cargo alguno, pero en cambio eran tolerados y convivían...algo así como en Vascongadas ahora con los maketos. Un estado ideal.
ResponderEliminar... que lo tenían más difícil... el que vale, vale. No era impedimento o valladar. Al fin y al cabo, fué una invasión y los invasores siempre han tenido claro que había que dar prioridades a los suyos.
ResponderEliminarEs mejor tenerlo difícil que no tenerlo. Además así se favorecía la iniciativa privada al no poder acceder al funcionarato. ¿Y la Escuela de Traductores de Toledo?. Fue el centro de difusión de la desaparecida cultura clásica una vez traducida del árabe, a Europa. Está claro que el periodo visigótico fue un retroceso; no hay más que observar la arquitectura de ese periodo.
ResponderEliminarNo sé si la civilización visigótica representó un retroceso (¿frente a qué?) en una Edad Media oscura, pero sí que creo que la época de Al-Andalus en su apogeo coincidiendo con la primera parte de la así llamada “Reconquista”, término no muy apropiado para aquellos tiempos, representó un auge en avances científicos, técnicos y sociales apuntando hacia la comunidad, signo de civilización.
ResponderEliminarSe caracterizaba por cierto respeto y tolerancia por los “otropensantes” (el grado de tolerancia puede ser debatible, desde luego). Debiera ser un mensaje para los extremistas, para los que se debiera aplicar aquello de “no se puede ser tolerante con los intolerantes”, pues el buenismo tampoco debe ser global o indiscriminado...
Frente a la cultura clásica grecolatina, traducida del árabe.
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