(¿Tirantes
o no tirantes? Ésa es la cuestión…)
… por
Kurt Schleicher.
Como acabamos de entrar en el verano, se me ha ocurrido que
es el momento más apropiado para colocar en el blog algún artículo que sea
ciertamente “refrescante” y que simplemente tenga el propósito de hacernos
sonreír.
En cierta forma es un artículo de actualidad,
pues el “leit motiv” ha venido de la mano de un artículo aparecido en El Mundo
el 26 de Junio 2014 y cuyo acceso es:
Efectivamente, tenemos ante nosotros un
auténtico fenómeno de la naturaleza, cosa que nuestros corazones masculinos
sabrán apreciar debidamente. Probablemente en otros tiempos nos hemos visto
confrontados con fenómenos similares, pero es probable que la memoria nos esté
jugando ya malas pasadas, de forma que un suave recordatorio no estará de más.
La
protagonista se llama Kim Noel Kardashian, bien conocida por la extrema pureza
de sus curvas; en cualquier caso, el nombre es lo de menos,
aunque eso de llamarse “Noel” debe ser porque ha sido un regalo de Navidad. O
para adviento, porque no cabe duda que es también un advenimiento.
Al ver la foto que expongo
a continuación, aparte de las consabidas y ya un poco remotas sensaciones que
nos origina, resulta que, al afinar la mirada con ojo crítico profesional, se me
aparecieron una serie de atavismos ingenieriles prejubilares, de forma que
dedico este artículo especialmente a los de ciencias y en especial a los
ingenieros de estructuras. Bueno, a los arquitectos también, que hay bastantes
en nuestra Promoción, y que sabrán apreciarlo doblemente en sus aspectos
artísticos.
El motivo de mi inquietud
profesional es saber si esa maravilla de relleno es capaz de auto-sostenerse o
precisa de unos puntos de anclaje y apoyo adicionales. No importa si “es o no
es” en la foto, sino su aparente necesidad. Podría ser hasta una incrustación
en el tejido del vestido, vaya uno a saber. Ya me estoy imaginando al príncipe
Hamlet sosteniendo la parte fundamental de la maravilla en cuestión con una
mano y mirando con displicencia, haciéndose la famosa pregunta: ¿es o no es?
Pero no tenemos la suerte del príncipe, pues
aquí hay que resolver sin tocar: ¿Será o no será? O mejor: ¿Puede o no puede
ser?
El príncipe no lo tenía claro y decidió en
última instancia reemplazar la famosa calavera por el busto de Kim. Su mirada
lo decía todo y se preguntaba si esa maravilla era verdad y si existía o no… “ser o no ser”, he aquí la cuestión. Debe
ser que de ahí lo sacó Shakespeare y no de fundamentos trágico-dramáticos
(sería por la censura de la época). Está claro por el tetimonio gráfico –perdón,
quería decir testimonio, no sé en qué estaría pensando- que el busto de Kim le llamaba poderosamente
la atención (no es de extrañar tal hecho) y necesitaba imperiosamente conocer
su naturaleza.
En la
época de Hamlet no había todavía costumbre de hacer ensayos de comprobación de
resistencia, de forma que el hombre concluyó que aquello era autoportante, si
bien por una simple cuestión de lo que entonces se llamaba contrapeso, hoy en
día más conocido como “par” o momento de inercia, existía un evidente riesgo de
desmoronamiento y el subsiguiente deslucido del fenómeno.
Desde
entonces se planteó la cuestión de la conveniencia -¿necesidad?- de prever unos
tirantes. Cuando Hamlet movía la mano, el movimiento de vaivén o pendular del
objeto quedaba refrenado cuando colocaba los tirantes, por lo que para gozar de
su consistencia (aspecto que describió maravillosamente García Lorca
comparándolo con palomas ocultas en la blusa de una fémina queriendo liberarse)
era preciso retirarlos. Pero, ¿se mantendría incólume la maravilla? No lo
sabía, lo cual le sumió en un profundo proceso de indecisión, originándole subsecuentemente
una enfermiza ansiedad.
La
macicez era agradable y sobre todo estética, pero más lo era la suavidad. No
era malo que se moviese como un flan (“pudding” para los británicos) y que
estuviese –el pecho- suelto para goce y deleite, pero en las temporadas de
descanso parecía que era necesario dotar al espécimen de una sujeción adicional
para evitar la temida degradación estructural.
¡Terrible
dilema el del pobre Hamlet! ¿Libertad o prisión? ¿Estética o blandura? ¿Cuál
debía ser la prioridad? ¿Goce inmediato o preservación?
El príncipe se murió sumido en un mar de
dudas, pero su amargo sino quedó reflejado afortunadamente por el bueno de
Shakespeare en su biografía en la versión libre que todos conocemos.
En mi opinión profesional, tras un simple
análisis de riesgo y una vez muerto Hamlet que lo que hacía era estorbar, la
estructura se puede mantener incólume sin necesidad de tirantes ni otra clase
de sujeción adicional, pero solamente bajo el punto de vista estático. Los
aspectos dinámicos y de fatiga –de Kim, claro- no están debidamente cubiertos.
En consecuencia, tanto por estos aspectos de fatiga como para prevenir
eventuales aspectos de degradación del material y problemas en servicio, pienso
que el uso de tirantes es conveniente al menos como solución temporal y evitar
así costosas actividades de mantenimiento.
Desconozco si el vestido está hecho con
tirantes reales o no, pero no cabe duda que sería una estupenda solución para
matar dos pájaros de un tiro, disimulando estéticamente la solución temporal de
forma inteligente (es lo que se llama solución “cosmética”).
No entro en detalles técnicos, pero el tema
es más complicado de lo que parece. La tensión de los tirantes y su equilibrio
en función de los diferentes movimientos de Kim, sean pendulares, acelerados o
de naturaleza mixta, hace que se requiera un estudio detallado y precisa de la
herramienta Catia para ello. Asimismo, deben realizarse cuidadosos estudios de
oscilaciones, que a su vez pudieran ocasionar problemas de fibrilo-flutter en
corazones masculinos sensibles. No se ha iniciado aún el análisis de riesgo
relativo a estos aspectos de salud, en especial para los que estamos en eso que
llaman “tercera edad”, por lo que creo llegado el momento de hacerlo, siempre y
cuando se pueda disponer del debido presupuesto para su ejecución.
Solamente así, con todos estos estudios, se
podrán preservar incólumes fenómenos como éste, únicos en la naturaleza. Seamos
pues consecuentes con los objetivos de desarrollo sostenible (caramba, nunca
más apropiado lo de “sostenible”) y pensemos si un óbolo para proceder a esos
estudios sería o no apropiado. ¡Cuento con vosotros!
KS, Junio 2014
PD: acabo de
caer en la cuenta que el ser humano ha inventado ya un componente que soluciona
(si bien no con perfección absoluta) el mencionado problema. A este invento se
le ha llamado con poca imaginación “sostén”, también conocido como “sujetador”,
palabra ciertamente más vulgar. Con la problemática mencionada, creo que se
trata más bien de una solución de adaptación; habrá que darle más vueltas…
Hay otros "componentes", como tu los llamas, que por medio de straps también soportan los atributos masculinos. Se llaman "suspensorios", magnífico palabro castellano que da similar información que la de "sostén".
ResponderEliminarLos elementos arquitectónicos ya estudiamos en el cole que eran los "arbotantes".
¡Vaya por Dios! ¡Lo que nos daba el Sr Brañas entonces era eso! ¡Suspensorios! Y lo que nos salía en la cara después de enseñar las notas debían ser los arbotantes...
Eliminar