Os presento el libro DALE VIDA A TU CEREBRO, escrito por mi amiga y ex jugadora de baloncesto del equipo Iberia de primera división femenina Raquel Marín.
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Raquel Marín es una prestigiosa neurocientífica, investigadora y catedrática de fisiología en la Universidad de la Laguna, a quien he reencontrado tras muchos años de haber salido ambos de las canchas y haber acometido nuestras carreras profesionales lejos del baloncesto.
Debo reconocer que su lectura me ha enganchado de tal forma, recordad que soy de Ciencias, que he dejado el libro de José Ramón Recuero temporalmente aparcado en la mesilla hasta que "digiera" los nuevos conceptos que la autora nos presenta en su libro. Rompe en él una serie de neuromitos bastante extendidos entre los ciudadanos de a pie, como el típico "no usamos más que una fracción de nuestro cerebro". Pues nos equivocamos, lo usamos al 100 % de nuestra capacidad. Tras algunas descripciones relativas a la anatomía del mismo -es en su mayoría grasa estructural y funcional y agua- nos descubre que tras muchos millones de años de evolución, en tan sólo medio millón de años y como consecuencia del descubrimiento del fuego por los homínidos y de sus asentamientos en zonas costeras lacustres y marítimas y nutrirse de la proteína del pescado además de la difícil de obtener proteína de los animales que cazaba, nuestro cerebro creció rápidamente, particularmente en el lóbulo frontal que es el encargado de gestionar las funciones no relacionadas con la supervivencia, sino de la creatividad, del comportamiento, de lo abstracto, de las ensoñaciones, etc. De modo que la parte frontal del cerebro nos "humanizó".
Estudios recientes realizados en Alemania y Francia desvelan que en los últimos 100 años el cerebro ha aumentado unos 70 gramos de media sobre los 1.500 que pesa y en los niños se desarrolla en la actualidad un año antes que hace un siglo, lo que conduce a pensar que la mejora de nuestra nutrición en el último siglo ha sido evidente. No obstante se puede mejorar mucho.
El mejor indicador de la importancia de este órgano es que suponiendo el 2% aproximadamente del peso del humano, consume el 20% de la energía, dado que no descansa nunca, ni durante el sueño. Del orden de 600 kcal/día.
Estos antecedentes conducen a la autora a explicar la extraordinaria importancia de los ácidos grasos poliinsaturados más conocidos como Omega-3 y Omega-6, que desarrolla en sus páginas y explica en profundidad con un lenguaje fácilmente comprensible para el lector no versado en la materia. Y nos muestra cual es la proporción neurosaludable entre ellos en una dieta recomendable, cosa que no se cumple normalmente. Las desproporciones actuales en la dieta occidental, si bien la mediterránea es muy buena, es uno de los desencadenantes del deterioro cognitivo progresivo observado en el envejecimiento.
Como todos sabemos, nuestras células se regeneran constantemente y las neuronas no iban a ser menos. Nos conduce en su texto hacia una comprensión de como una alimentación determinada dirigida hacia ese objetivo hace que nuestro cerebro no envejezca a la misma velocidad que otros órganos y nos permita mantener una lucidez y agilidad mental hasta avanzadas edades.
Así pues nos enseña como el intestino ha sido denominado en neurociencia el segundo cerebro a causa de la importancia de como nutre al primero y principal. Es por ello su principal aliado.
Por tanto nuestra forma de nutrirnos influye enormemente en nuestra memoria y una ingesta excesiva de calorías termina empeorándola.
A continuación me descubrió la importancia de la microbiota intestinal. Esta cambia en función de la ingestión de unos u otros nutrientes, con la aplicación de alguna dieta, con la asimilación de fármacos y también con el envejecimiento. Todas esas diversas disbiosis o modificaciones de la flora intestinal también conducen a variaciones en nuestro funcionamiento cerebral.
A continuación pasa revista a algunas dietas y cuando entra a preguntarnos cual es de nuestros hábitos el más beneficioso para nuestro cerebro entre hacer sudokus, escribir con la mano contraria a la más diestra, la lectura constante, comer pescado o hacer ejercicio, resulta, y no es porque ambos seamos ex deportistas, que el ejercicio físico es lo más beneficioso, por lo que incide en algunas recomendaciones para realizarlo, como es practicarlo al aire libre.
Pasa revista luego a los alimentos más neurosaludables y finaliza con algunas recetas muy interesantes para el objetivo del libro; nutrir adecuadamente nuestro cerebro en consonancia con todo el organismo. Esto se debe a que la autora es una gran gastrónoma y se confiesa "cocinilla", por lo que ha desarrollado bajo su propia experiencia las citadas recetas.
Debo deciros que soy un amante de la físico-química de la nutrición, tengo muchos libros acerca de dietas y este libro que hoy os presento no es uno más de los muchos que se escriben, - recuerdo uno muy vendido escrito por el jefe de personal de una multinacional que tuvo mucho éxito - sino que tiene una orientación científica, escrito en un lenguaje muy comprensible que me ha añadido luz y me ha abierto las miras para seguir adentrándome en este campo.
Otra cosa nueva para mi ha sido descubrir el conectoma, imagen cerebral particular de cada individuo, no hay dos iguales, que muestra las conexiones entre diferentes bloques de neuronas interactuando en el cerebro.
La he escuchado en una conferencia hablar acerca de que se están llevando a cabo ensayos, experimentales todavía, para transferir memoria y conocimiento sin el esfuerzo preciso de estudiar o aprender y también de inducir comportamientos durante el sueño mediante la activación de algún sentido.
De modo que a cuidarse todos en la nutrición y no evolucionemos hacia el Homo Obesicus
Como veréis, puedo escribir mejor de la rama de ciencias que de la filosofía del libro de José Ramón Recuero, tarea que como os comenté en un anterior post se encargará Juan Antonio Rosas de desarrollar.
Mi comentario es que me han entrado unas ganas enormes de leer el libro "por culpa" de tu comentario. Muchas gracias, Vicente, por estar permanentemente al pie del cañón, digo del blog!
ResponderEliminarEspero que te guste. Tu cerebro aprenderá sobre sí mismo. Jajaja. Saludos.
ResponderEliminarLo del desarrollo del lóbulo central desde hace medio millón de años coincide con la aparición del Homo Heidelbergensis, que es con el que se empezó a desarrollar el lenguaje y la comunicación entre los seres humanos, a la vez que las manifestaciones de nuestra creatividad, como nos cuenta Raquel.
ResponderEliminarTambién es curioso que hace 40000 años, el hombre de Cromagnon llega a tener un cerebro inluso algo mayor que el actual, lo que confirma que el tamaño del cerebro no tiene por qué tener una relación directa con la inteligencia. Lo siento por los cabezones...
Hola Kurt. Mil gracias de nuevo por escuchar mi charla en el Sabadell Forum. Me lo pasé en grande. Efectivamente, no hay una correlación clara en el ser humano entre el tamaño del cerebro y una mayor capacidad intelectual. De hecho, se comenta que el cerebro del genio Albert Einstein pesaba 200 gramos que lo normal. Incluso se cree que, paradójicamente, las personas más inteligentes no usan más cerebro, sino que optimizan su uso, es decir, activan los circuitos neuronales más eficaces para obtener una resolución al problema o la toma de decisiones. Así que, en este caso, parece que "el tamaño no importa". ;)
ResponderEliminarHola, Raquel. Mil gracias a tí por tus comentarios. Con respecto al tuyo, has puesto en marcha mi loca imaginación al mencionar lo de la activación de los circuitos neuronales más eficaces en relación a la toma de decisiones. Cuando estaba en activo, la índole de mi trabajo me obligaba con cierta frecuencia a tomar decisiones, cosa que hacía comentando en broma que el que las tomaba no era mi cerebro sino mis tripas. Dado que nos comentas que tenemos "un segundo cerebro en los intestinos", empiezo a comprender cómo tomaba yo esas decisiones... En cualquier caso, ya más en serio, este proceso de toma de decisiones empleando el sentido común sería muy interesante conocerlo más a fondo y preguntarse si una maravillosa inteligencia artificial (tan de moda últimamente) sería capaz de emular este proceso "tan humano" en un futuro; no acabo yo de ver una IA con sentido común, pero quién sabe...
EliminarUn placer y repito mi enhorabuena por tu claridad de ideas y la magnífica forma de exponerlas; no me extraña que te lo pasaras en grande, como se vislumbra en el video.
Querido Kurt. Gracias por tus halagos. La toma de decisiones es una tarea compleja en el ser humano, sobre todo si se trata de tareas basadas en una mezcla de experiencias previas y de previsiones de posibles alternativas. Para tomar una decisión compleja, tenemos que reclutar un montón de conexiones neuronales de actividades distintas que vienen gestionadas por diversos tipos de memorias y experiencias previas, además de una gran cantidad de percepciones (que es lo que el cerebro más hace, percibir y hacerse una idea del cuadro general en pasa a supuestos). Por consiguiente, si te das cuenta, se basa en algo que conocerás mejor que yo: posibilidades en algoritmos multifactoriales. Lo cual es bastante fácil de desarrollar por un robot, incluso mejor que nosotros. Es bastante probable que pronto las tareas legislativas, docentes, diagnósticos médicos, contabilidad, etc. sean cosa de robots, más que de humanos. ¿En dónde podemos todavía ser genuinos? En nuestra capacidad de sorprender, de provocar emociones, de socializar y en la creatividad. Creo que la baza futura del cerebro humano dependerá en gran parte de las habilidades sociales y la capacidad creativa. La toma de decisiones será menos relevante probablemente.
EliminarMuchas gracias.
Un fuerte abrazo.
Raquel Marín
Gracias, querida Raquel, por mantener vivo este intercambio tan fascinante; es todo un lujo.
EliminarYo también pienso que en un futuro no muy lejano el desarrollo de la IA nos llevará a un cambio importante en la sociedad y que muchas profesiones tenderán a desaparecer o tendrán menos futuro y deban adaptarse a la nueva situación. Con el manejo masivo de datos, labores que impliquen la toma de decisiones en un plazo muy corto dentro de un ámbito cerrado, las máquinas llevarán ventaja al cerebro y terminaremos “delegando” en ellas. Abogados, jueces, médicos y hasta profesores se tendrán que adaptar a ello, convirtiéndose en “directores de orquesta” o gestores responsables de la subsiguiente implementación, y eso con suerte. Como bien dices, la futura baza del cerebro humano será en todo aquello que le sea más difícil “aprehender” a la IA, por ejemplo, todo aquello asociado a la creatividad. Por ejemplo, crear una obra de arte que transmita una emoción; no digo que sea imposible, pero desde luego sería algo a muy largo plazo.
Sin embargo, para mí la toma de decisiones dentro de un entorno abierto, es decir, desarrollar una solución novedosa o revolucionaria al problema que nos ocupe, ya tendría más que ver con esa creatividad. No se trata sólo de decidir “qué no hacer”; eso es fácil para una máquina, pues eso es lo que yo llamo estar en un ámbito cerrado con el “menú” delante. A eso ya se ha llegado. El problema es “inventar” una salida nueva, una decisión con proyección de futuro y estratégica; ahí es el cerebro el que lleva ventaja, sobre todo con el apoyo de su ayudante predilecto, tu segundo cerebro intestinal. Otro ejemplo: tomar una decisión altruista, por generosidad, como por ejemplo arriesgar la vida por salvar a un hijo. Las conexiones neuronales para llegar a tomar esa decisión tendrán que superar bastantes dificultades y la máquina lo tendrá todavía mucho más difícil (y más si le hemos incorporado las famosas leyes de la robótica…).
En cuanto a las emociones humanas, a lo mejor se podría llegar en algún futuro muy lejano a reproducirlas, pues la mayoría son realmente un proceso químico, como tú sabrás mucho mejor que yo. Un ejemplo incitante: enamorarse. Al encontrarnos con alguien que responda a una imagen-mapa oculta en nuestro cerebro se nos provoca un súbito desplome de serotonina, a lo que el cerebro reacciona inundándonos de fenitilamina. Para frenarlo, secreta dopamina, un neurotransmisor, y a la vez se producen otras hormonas, entre ellas la oxitocina, “culpable” de lo que nos va a pasar a continuación. Aparte del hipotálamo, en este proceso están envueltos la corteza prefrontal, el núcleo accumbens y el área tegmental frontal, todo ello situado en el lóbulo frontal (creo). ¡Y todo esto en medio segundo! Si es que el cerebro es una maravilla, ¿verdad?
Un fuerte abrazo, Kurt
Querido Kurt.
ResponderEliminarDesde luego, la toma de decisiones compleja siempre implicará una enorme carga de creatividad que permita la opción de "ver las cosas desde otro ángulo".
Respecto a las emociones, es bastante probable que ahora que se empieza a conocer tímidamente todavía lo que las neuronas "se dicen" entre ellas podremos modificar ese diálogo, incluyendo las percepciones y sensaciones amorosas. Al fin y al cabo, el enamoramiento por ejemplo es el fruto de un importante cóctel neuroquímico.
Me ha hecho mucha gracia tu última parte. Sí, sin lugar dudas. El cerebro es una maravilla.
Un fuerte abrazo, Raquel