lunes, 11 de julio de 2016

CRÓNICA DE LA MUERTE DE UN TORERO


... por Kurt Schleicher

   Teruel. Fiestas del Ángel. Sábado 9 de julio de 2016. Las siete de la tarde. El sol está  todavía pegando fuerte, pero con breves ráfagas de viento que refrescan el ambiente. Todo parece perfecto. Es la corrida grande; ¡estamos en fiestas!  El día anterior se había celebrado otra poco habitual, pues se les dio una oportunidad a seis toreros, no a tres, para enfrentarse cada uno a un toro. Dieron todo lo que daban de sí, que era mucho. Los seis dieron grandes muestras de profesionalidad y saber hacer, dejando el listón muy alto.
   Con esos antecedentes, el sábado había gran expectación en la plaza. Tres diestros consagrados: Curro Díaz y Morenito de Aranda, madrileños, y Víctor Barrio, segoviano. Salen los alguacilillos, alguacilillo y alguacililla; ésta acapara las miradas, al ser guapa y sonriente. Detrás se colocan los tres toreros, dos de ellos de rojo, Morenito y Víctor, muy altos y espigados; uno es muy moreno haciendo honor a su apodo y el otro, el de Segovia, es más pálido;  el tercero, Curro, de blanco, es algo más enjuto. Los tres se abrazan y se desean suerte; bonito detalle. Paseíllo con música hasta la presidencia. En el tendido de sol, arriba del todo, una banda de una de las peñas anima el cotarro con su música de fiestas. El público viste mayoritariamente de blanco, igual que en los sanfermines, con sus pañuelos rojos y rojinegros.
   El festejo promete; se llama el “Desafío de Santa Coloma”, al parecer por las dos ganaderías. Los dos primeros toreros en orden de intervención, Curro y Morenito, despachan a sus cornudos oponentes tras una faena aliñada y clásica; al matar tras un primer pinchazo, no se les concede la ansiada oreja.
   Antes de salir el tercer toro, un pálido y espigado torero vestido de rojo se dirige lentamente, pero con paso decidido y largas zancadas, a la puerta de toriles. ¿Qué querrá hacer? Se arrodilla con el capote ahí mismo, a unos diez metros de la puerta, dando a entender por señas que ya se puede abrir. Hay que tenerlos bien puestos para hacer eso; su acción recuerda al portero que se coloca bajo los palos para que le tiren un penalty, sólo que en este caso lo que está en juego es la vida y no un miserable gol. El tercer toro, Lorenzo, de la ganadería de “Los Maños”, se hace de rogar; no quiere salir, haciendo que estar de rodillas y en esa tesitura no parezca ser muy agradable. A más tiempo, más angustia. Sale por fin el morlaco, menos negro que los dos anteriores; duda una décima de segundo ante aquél torero de rodillas delante de él, pero enseguida le embiste cuando ve cómo se agita levemente el paño rosado; en el último momento, el torero se aparta un poco a un lado haciendo una ventolera con el capote, pasándole por encima aquél animal de 529 kg. Uuuf.
   Víctor se quiere lucir y encadena varios pases con el engaño a dos manos. La fiesta se anima. Al toro le cuesta entrar al picador y muestra cierta preferencia por el torero, que por fin logra llevarle ante el caballo. Empuja entonces con fuerza metiendo bien los riñones. Víctor, tras probarle una vez, decide que le den un puntazo más, pero sin exagerar; no quiere que se le escape el éxito. Salen los banderilleros; bien todos. Víctor coge la muleta y va encadenando una buena faena, sin aspavientos, muy correcta. Suena la música. Son las ocho de la tarde. Las sorpresivas ráfagas de aire molestan al diestro, que se mueve entre la sombra y el sol, algo que quizás dificulte su visión. Encadena varios pases muy ceñidos; el toro embiste bien y sigue al capote. Demasiado, pues una inoportuna ráfaga lo hace flamear más cerca de las largas piernas del torero; en plena vuelta, el toro gira algo más la cabeza y engancha al sorprendido diestro por una pierna, levantándolo sin dificultad y tirándole al suelo. Allí se ceba con él y embiste con la cabeza ladeada, de forma que, aunque el torero trata de protegerse con el brazo derecho, logra clavarle el pitón izquierdo atravesándole el pecho casi de lado a lado. Lo vuelve a levantar y lo vuelve a tirar al suelo, encelándose con él y dejando al torero inconsciente, tirado como un guiñapo cabeza abajo y con la mirada perdida. Se oyen gritos entre el público. La cuadrilla le quita el toro de encima, pero es demasiado tarde; el torero ni se mueve. Le cogen entre varios, pero lleva la cabeza caída contra el pecho y se le ve mucha sangre en el lado derecho; no reacciona. Corren con él a toda velocidad hacia la enfermería; el torero está muy, muy pálido y lleva la pechera manchada de sangre. Los que lo vemos de cerca según entra en volandas, nos llevamos una mala impresión; no tiene buena pinta y está desmayado. Hay dos policías que tienen orden de no dejar pasar a nadie y menos a la prensa, que estaba cerca y lo intentan. Se apartan cuando aparece una joven que dice que es enfermera y que puede ayudar. Parece ser que el padre de torero también accede a la enfermería, pero no le reconocemos. Pasan los minutos y desde el callejón a la puerta de aquélla no se oye nada; de vez en cuando el encargado de la plaza pasa por allí con la mano tapándose la boca, como no creyéndose lo que estaba pasando. Todos sentimos una gran congoja y ya no nos fijamos en lo que sucede en la plaza. Allí la fiesta sigue, pues pocos se han dado cuenta de la dimensión del desastre y probablemente esperan a que vuelva a salir el torero por sus propios pies como suele pasar, aunque flota un extraño malestar de mal augurio en el ambiente. Curro Díaz da cuenta de Lorenzo, pero su faena pasa casi desapercibida.
   Sale el cuarto toro. Es para Curro de nuevo. Le hace una excelente faena, mata bien a la primera estocada y se le concede una oreja. Saber sobreponerse al recuerdo de la cogida de su compañero en el toro anterior tiene su mérito. Entretanto, los minutos van pasando. Muchas personas y sobre todo los diversos toreros y sus cuadrillas intentan pasar o al menos saber algo sobre el estado del herido, pero los dos policías en la puerta de la enfermería no se lo permiten y tampoco les dicen nada, probablemente porque tampoco están informados. El encargado de la plaza, con la mano todavía en la boca con gesto grave, recorre el callejón ante la enfermería, entrando y saliendo de la misma; les dice algo a algunos de los que preguntan y los murmullos se van corriendo. “Está muy grave”, dicen. Aparece una cara famosa, la del apoderado de Morenito, Ortega Cano, al que tampoco dejan pasar. Coincidiendo con la muerte del cuarto toro, se oye una voz estentórea, ronca y desgarradora entre sollozos que sale desde el fondo de la enfermería: “¡¡No puede ser!! ¡¡Esto no puede haber pasado!!” y que nos hiela la sangre a los que la escuchamos. Los que estamos cerca ya nos figuramos lo que había sucedido; Víctor Barrio ha muerto. Por lo visto, el cuerno le había atravesado el pulmón y le ha había roto la aorta, entrando ya en la enfermería con parada cardiaca; allí intentaron todas las maniobras posibles de recuperación, pero el destrozo era demasiado grande. En el parte médico posterior figura que murió a las ocho y veinticinco. La noticia ya sí que se transmite como la pólvora; incluso le llega a Curro Díaz, que acaba de matar al cuarto toro, y sale corriendo hacia la enfermería. En la puerta del callejón estaba ya Morenito apoyando la cabeza sobre el burladero sin poder contener las lágrimas, al igual que el resto de las cuadrillas y el público cercano. Uno de los médicos, enfundado en su bata azul, el pantalón blanco manchado de sangre y con el pelo todavía completamente empapado de sudor, sale al callejón pidiendo un cigarrillo para relajar la tensión; alguien quiere regalarle un paquete, pero no acepta, con la mirada todavía perdida.
   El presidente del festejo pasa brevemente por la enfermería y tras reaparecer certifica la muerte del diestro, informando de paso a la prensa. A petición de los dos toreros, se suspende la corrida, decisión aplaudida por el público, que ya empieza a darse cuenta de lo que había pasado. Asimismo, también se suspenden los festejos de vaquillas y el “toro de fuego” previstos para aquella noche en la plaza de toros.
   Más de treinta años han pasado desde el último torero muerto en una plaza española, el recordado El Yiyo; quizás también por eso, muchos de los presentes no se lo pueden creer todavía.
    Finalmente, los dos policías reciben la orden de dejar pasar a las cuadrillas a la enfermería, donde podrían dar el último adiós a su infortunado compañero.
    Está visto que no siempre ganan los toreros. La muerte siempre acecha cuando se la roza, sea en los toros, en las carreras de motos o en las de los coches de competición, cosa que hace reflexionar sobre las reacciones humanas y su capacidad de adicción por el riesgo, especialmente cuando es el medio para ganarse la vida o, mejor dicho, no para ganarla, sino para perderla.
     Descanse en paz Victor Barrio, torero hambriento de triunfos, con su joven vida truncada tan pronto y de una manera tan brutal. ¿Qué de quién es la culpa? Pues no lo sé, quizás de todos y de nadie. Del toro, desde luego que no.




KS, Julio de 2016      (testigo casual aquél infausto día al estar sentado al lado del callejón de la enfermería en la plaza de Toros de Teruel).

28 comentarios:

  1. ¡Jolín, Kurt, vaya trago! De no ser porque las imágenes se han difundido sobradamente y que Telemadrid retransmitió en directo la corrida, tu crónica es suficiente para dar perfecta idea de la tragedia que se vivió en la plaza. Sabiendo de antemano lo ocurrido, se me ha erizado el vello leyéndola; ha sido revivir el suceso como si hubiese estado de espectador ¡noramala por la situación sufrida, pero mi gran ENHORABUENA por el escrito! Es fantástico. Sé que eres muy hábil con la cámara, pero compruebo una vez más que también lo eres con la pluma y eso tiene más mérito aún cuando el autor procede, como tú, de la rama de Ciencias.
    Una cosa más que, es normal, puedes desconocer: el nombre de esa suerte con la que el torero recibió al toro. Se conoce como “a porta gayola” el lance en el que el torero espera al toro de rodillas enfrente de la puerta de toriles, antes de que el animal salga al ruedo, y cuando se produce la embestida, la burla mediante el pase de capa conocido como‘larga cambiada’ afarolada, en el cual el capote sujeto únicamente con una mano, se sitúa por encima del diestro, dirigiendo la parte del envés hacia el toro, el cual sale del encuentro por el lado contrario a la mano con la que el torero sujeta la capa. El término procede de los vocablos portugueses ‘porta’= puerta y ‘gaiola’= chiquero o jaula; literalmente, pues: puerta de chiquero.

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    1. Muchas gracias, querido Rafa, por tus amables palabras y la explicación del término “a puerta gayola”, que conocía, pero no recordaba.

      No todos los días se tiene la ocasión de ser testigo de una situación dramática y ésta la verdad es que me impresionó, especialmente por la cercanía. No había llevado mi cámara de fotos, pues tengo fotografías de otras ocasiones, pero luego me alegré, pues tampoco me gusta hacer fotos de este estilo, pese a mi “vena reporteril”.
      De ahí que como tampoco podía guardármelo dentro, decidí usar la pluma para transmitir lo que sentía. También es curioso que la memoria trabaja mejor cuando se asocia a una situación como ésta; la secuencia de la última faena de Víctor Barrio la tenía guardada a sangre y fuego. Luego, el tiempo se encarga de difuminar estas vivencias; por eso no tenía “más remedio” que escribirla…

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    2. Muchas gracias, querido Rafa, por tus amables palabras y la explicación del término “a puerta gayola”, que conocía, pero no recordaba.

      No todos los días se tiene la ocasión de ser testigo de una situación dramática y ésta la verdad es que me impresionó, especialmente por la cercanía. No había llevado mi cámara de fotos, pues tengo fotografías de otras ocasiones, pero luego me alegré, pues tampoco me gusta hacer fotos de este estilo, pese a mi “vena reporteril”.
      De ahí que como tampoco podía guardármelo dentro, decidí usar la pluma para transmitir lo que sentía. También es curioso que la memoria trabaja mejor cuando se asocia a una situación como ésta; la secuencia de la última faena de Víctor Barrio la tenía guardada a sangre y fuego. Luego, el tiempo se encarga de difuminar estas vivencias; por eso no tenía “más remedio” que escribirla…

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  2. LAS MUERTES PROFESIONALES COTIDIANAS DE LAS QUE NADIE DA CUENTA. EL PERIÓDICO. MIÉRCOLES, 13 DE JULIO DEL 2016 - 11:15 H

    "La mort d’un home sempre impressiona, sobretot si és conseqüència de la destrossa del pit per la banya d’un brau. El torero va triar un ofici de risc a la recerca del reconeixement, la glòria i els diners. Un ofici basat en el maltractament públic d’un ésser viu. A l’enterrament del torero hi han anat autoritats, personalitats, companys de feina en actiu i retirats, familiars, aficionats que han cridat “Torero! Torero!” La notícia de la mort i del sepeli ha sortit a tots els mitjans de comunicació.

    Però a mi m’ha impressionat més la mort d’en Muhammad. No el busqueu. És un de tants que també treballava en un ofici de risc, sense cercar ni glòria ni reconeixement, només un sou per portar casa, enfilat en una bastida sense temps de cordar el mosquetó a la línia de vida per tal de poder complir la tasca assignada. No anava abillat amb un peculiar vestit cenyit, ple de lluentons, marcant paquet i cul. Vestia uns texans ratats i una samarreta estripada. No l’ha empitonat cap brau. S’ha estavellat a terra des d’una altura considerable. Al seu enterrament no hi han anat autoritats. Potser algun familiar, si en tenia a la vora, i algun company de feina. Ningú no ha cridat “Paleta! Paleta! La notícia, si ha sortit a cap mitjà, ho ha fet en un racó, en lletra petita.

    I parlant de tot, que se n’ha fet del toro? Ha guanyat a l’home. A pesar d’anar afaitat de banyes, havent estat prèviament cansat per fer-lo poc perillós i que donés “espectacle”. Amb els ulls plens de greix per tal que no hi veiés gaire. Amb l’esquena rebentada pel picador i debilitat per la pèrdua de sang de les banderilles. I a pesar de tot ha guanyat. Li han donat algun trofeu com es fa amb el torero quan es considera que ha fet una bona “faena”? L’han indultat i ara viu feliç en un camp, pasturant la resta de la seva vida? O l’han executat i ara descansa al taulell d’una carnisseria o potser ja a l’estómac de qualsevol ciutadà gourmet?

    Certament, en aquest món no hi ha justícia".
    Estas muertes ocurren casi todos los días, no cada 30 años.

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    1. Los juicios morales, evidentemente, son hijos de los valores que cada cual comparte, defiende, trata de imponer. Así, hay mucha gente a la que le parece admirable el arrojo –hasta la pérdida de la propia vida– del torero, quien, además, lo muestra ante el público en un alarde de lo que los aficionados consideran arte maravilloso. Menos admirable suele parecer la muerte de un albañil en un accidente laboral, aunque sus allegados, eso sí, lo sentirán como una tragedia, pero es difícil que algo tan cotidiano y, por lo tanto, poco épico, suscite sentimientos sublimes en el público, del que debemos exceptuar al autor del artículo reproducido, según se desprende de su confesión.
      Por último, el tal artículo compara la muerte del torero y del malhadado operario con la muerte del toro sobre el albero, al que –según dice– se le tortura y ultraja, para posteriormente ser vendido en una carnicería y terminar devorado por humanos amantes de la caldereta.
      Mi crítica literaria encuentra que el texto objeto de este comentario es endeble, pues pone en el mismo nivel acontecimientos tan diferentes por su habitual trascendencia. Mi crítica intelectual encuentra que responde al desconcierto en que se mueve el pensamiento político entre nosotros, entre aquellos que cuestionan las más peregrinas actuaciones de sus conciudadanos con el propósito de defender tesis supuestamente progresistas, por llamarlas de algún modo, atacando las costumbres, en este caso, la tauromaquia, a las que se tacha de conservadoras, reaccionarias, de derechas, y mezclando dichos ataques con referencias socializantes –el heroico obrero– y con la novísima defensa de los "derechos" de los animales (a los que, empero, no tenemos ningún reparo en devorar).
      Sea todo esto escrito con total respeto a los sentimientos y creencias de unos y otros, pues no hay ciertamente ningún criterio objetivo que permita dilucidar qué juicios de valor están más acertados que otros.

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    2. Se refiere probablemente a mi reflexión al final, relativa a las profesiones con riesgo de perder la vida. En mi opinión, no es igual la muerte de un obrero (incluso cuando trabaja a gran altura) o un piloto de avión de pasajeros, en el que el riesgo no es inmediato, a un torero, un piloto de fórmula 1 o en general piloto de carreras de competición. En estos casos, existe una pasión implícita por el riesgo, que tiene que ver con la personalidad del sujeto, sea torero o motero.

      En cuanto al debate de los toros, es otro asunto que intencionadamente no quise mezclar en mi crónica, que se limitaba a exponer lo que sentí al ser testigo de una situación dramática.

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  3. Totalmente de acuerdo con tu certero comentario, José Enrique.

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  4. Del artículo ¿"endeble"?, sólo me interesó la asimetría mediática y salarial de un tipo de muerte cotidiana respecto a otra que con los antibióticos, sucede cada 30 años. Lo demás no lo comparto porque he ido a corridas de toros con mis hermanos mayores desde infante y me siguen gustando a pesar de ser un espectáculo cruel y sangriento.

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  5. Desde lo de las "vacas locas" está prohibida la comercialización de carne de vacuno que no hayan sido sacrificado en Mataderos no autorizados.

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  6. Jamás he visto una corrida de toros, ni en la plaza ni por la tele. Tampoco tengo interés en ver ninguna. La muerte del pobre hombre que cita Kurt no me ha emocionado gran cosa (dejando aparte la tragedia personal de su mujer y de los suyos, los que haya tenido), supongo que por no ser capaz de conmoverme ni emocionarme ante la tortura implacable de un pobre bicho cuya tendencia natural es no meterse con nadie, al menos si no lo cabrean. Según he leído en estos días, algunos aficionados a pagar por ver esa clase de espectáculo andan preocupados por la creciente desafección de la gente a pasar por caja los días de 'corrida'. Puedo comprender su pena, igual que puedo comprender la de los romanos cuando dejó de verse bien lo de echar cristianos a las fieras en el circo, pero aún así no deja de sorprenderme su empeño en llamar a eso 'cultura'. En mi humilde opinión, la cultura y la sangre jamás se han llevado bien.

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    1. No pretendía entrar en la polémica de los toros; la razón de la crónica es que casualmente he sido testigo cuando asistía a unas fiestas tradicionales de la muerte de una persona en circunstancias trágicas, y eso no sucede todos los días. Aquello me impresionó y he querido dejar constancia de ello, especialmente al ver cómo se estaba desarrollando la noticia y la expectación que había causado después, y por personas que no habían estado allí.

      Podríamos hablar largo y tendido de la "fiesta" de los toros, pero insisto en que no quería mezclarlo con este luctuoso hecho. Si acaso, comentar que las comparaciones no siempre son afortunadas, pues los espectáculos de circo de los romanos y víctimas cristianas no me parece comparable con una corrida de toros; si acaso, lo único que tienen en común es la naturaleza del comportamiento humano ante una situación de riesgo, de los otros, claro, no de uno mismo. Yo tampoco voy a defender aquí la fiesta de los toros, que tiene innegables connotaciones negativas relacionadas con el sufrimiento animal, pero apostaría a que si se les preguntara a los espectadores, nadie diría que va allí a ver sufrir al pobre bicho.

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    2. Yo diría que tienen en común que los cristianos y los toros van a lo que van, a ser torturados y muertos de un modo particularmente horroroso ante la mirada divertida de unos espectadores encantados con lo que ven, al punto de haber pagado muy buenos denarios (o muy buenos euros) por presenciar el maravilloso y racial espectáculo cultural. En cuanto a 'la fiesta de los toros', y dado que a ti también te gusta la buena ciencia ficción, te sugiero revises 'El Fin de la Infancia', de Arthur Clarke (Edhasa). Ahí se apuntan, como quizá recuerdes, interesantes reflexiones sobre su esencia y su naturaleza.

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    3. Creo que no; en efecto, a lo largo de la historia ha resultado siempre muy "divertido" hacer sufrir al enemigo, prisioneros, opositores, etc. y los cristianos, en aquél momento, estaban muy a mano para ello.
      En las corridas de toros, la motivación de los espectadores, los "aficionados", es que van a ver lo que es capaz de hacer un tipo armado de una espada y de una muleta contra un bicharraco casi diez veces su peso, y además excitado. También es cierto que al animal se le deja algo disminuido de facultades a base de picadores y banderillas. Nadie es consciente de lo mal que lo está pasando el pobre bicho; cuando el picador se excede, las protestas siempre se oyen, aunque la mayoría se deben a que el espectador no quiere que le priven del "espectáculo". La diferencia con lo de los romanos y cristianos es que el toro no es el enemigo y nadie quiere que sufra ni se divierten con ello. Lo triste es que de hecho eso sucede, pero el espectador sencillamente "lo pasa por alto" al ser en su concepción un animal criado para la lucha. Como dijo alguien: "si yo fuera toro, preferiría morir luchando y no en un triste matadero; a lo mejor tengo suerte, me cargo al torero o me devuelven a los corrales para luego curarme y engendrar más toritos tirándome a las vacas más apetecibles"
      Lo que no es de recibo es que las tornas a veces se están invirtiendo y aparezcan los que se alegran de la muerte de un torero con la excusa de defender el maltrato animal, así como la utilización de todo esto con fines políticos.

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    4. Aludes directamente al conflicto entre voluntad de poder y empatía que desde siempre le ha surgido a la humanidad: deseamos dominar al otro, pero al mismo tiempo nos surge el sentimiento de solidaridad con el otro.
      Tal conflicto nos suscita constantemente un dilema moral, que se ha intentado resolver de diversas maneras. Los radicales optan por uno de los extremos, o bien el absoluto respeto al otro, como los adeptos al jainismo, que apenas se atreven a consumir otra cosa que los frutos de las plantas, para evitar cualquier daño a ningún ser vivo, o bien la asunción consciente del principio de que al más fuerte todo le está permitido, como los seguidores del fascismo. Los demás intentamos componendas, y justificamos nuestros actos violentos de diversos modos. Podemos negar a la víctima su condición de semejante y decir que el gladiador vencido y muerto no era un ser humano, sino un ser cuyo destino era luchar y perecer en la arena. Análogamente, podemos decir que resulta indiferente que el toro sufra, porque es un animal criado para la lucha y, por tanto, es un animal al servicio de quienes lo domesticaron y alimentaron. Esto también vale para acallar nuestra conciencia a la hora de comernos el lechazo que tan amable nos resultaba cuando le contemplábamos correteando alrededor de su madre.
      Finalmente, nos encontramos con situaciones difícilmente asumibles para alguien al que se le ha inculcado la prevalencia de los derechos humanos. Me refiero al escándalo de que los mismos que apelan a dichos derechos no por ello han renunciado a los conflictos armados y a acciones como el bombardeo masivo de Dresde en 1945. Sin embargo, también esto es admisible: aquel bombardeo resultaba un mal menor, pues lo importante era ganar la guerra.
      Los moralistas tienen, como vemos, un imprescindible papel en el orden social, el de convertir en aceptable cualquier decisión de los detentadores del poder.

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    5. Es interesante tu reflexión de que el ser humano se mueve entre cierto afán de dominación y la empatía que proporciona el deseo de solidaridad con otros. Eso se realza precisamente en épocas de guerra. De la moralidad no soy experto y menos para tratar de encontrar los límites y al final lo que queda es que no deberíamos hacer a otros lo que no nos gusta que nos hagan a nosotros. No creo que nadie sienta placer por el mero hecho de hacer sufrir a otros, tanto a seres humanos como a animales; en el caso de los primeros se puede dar la circunstancia que sean "enemigos", por lo que en épocas de guerra, todas esas consideraciones de empatías y solidaridades se limitarán a los "nuestros" y dejarán de ser aplicables al "enemigo".
      Es evidente que en el caso de las corridas de toros, no hay enemigos, como mucho, un inocente oponente del que se saca el provecho de un espectáculo de un enfrentamiento, como se podría decir del boxeo o la lucha. El que alguien sufra, es un daño colateral para el que la conciencia queda curiosamente inhibida.

      Hablando de daños colaterales, el ejemplo que pones precisamente del bombardeo de Dresde en 1945 no me parece el más afortunado, pues es un caso que trasciende en mi opinión de lo aceptable incluso en épocas de guerra. Se había dado orden a los ingleses y americanos que podrían bombardear objetivos militares y civiles de forma indiscriminada, para bajar la moral entre la población. Sin embargo, lo de Dresde no tenía sentido, pues allí no había contingentes militares de ninguna clase, era una ciudad a la que se llamaba la "Florencia alemana" por su riqueza artística, estaba llena de refugiados sobre todo de los países balcánicos y para más "inri" se decidió el bombardeo dos días después de la Conferencia de Yalta. Se lanzaron sobre todo bombas incendiarias en una cantidad tal que la temperatura ambiente a nivel de calle era tal que todo bicho viviente desaparecía literalmente. Por este motivo, ya nunca se sabrá cuántas víctimas hubo, pero el desastre se estima que fué incluso mayor que el de Hiroshima o Nagasaki en términos de destrucción y víctimas.El lanzamiento de la bomba atómica efectivamente dió lugar al debate de si estaba justificado por ser la base de la rendición japonesa y final de la guerra, pero en el caso de Dresde, ni eso. El bombardeo de esta ciudad fue totalmente innecesario y cruel; sólo sirvió para constatar de lo que es capaz de hacer el ser humano, siendo insensible al sufrimiento de otros. Es un excelente ejemplo para sentir vergüenza de pertenecer al género humano.

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    6. En febrero de 1945 los británicos y los americanos ya sabían qué ciudades y qué grandes complejos industriales del Reich iban a quedar en manos rusas. De ahí que se dedicaran a plancharlas, a fin de que cuando los rusos tomaran posesión encontraran que no quedaba nada de valor. De ahí, pues, que laminaran Leipzig, Görlitz, Berlin, Frankfurt-am-Oder, Stettin, Kiel, Lübeck, Swinemünde y, por supuesto, Dresden. No sólo fue, o eso piensan los más cínicos de los analistas históricos, un ajuste de cuentas por Coventry. Fue un reducir a mínimos el valor de lo que se iba a quedar el aliado detestable, tanto en lo industrial como en lo cultural, y de paso también en lo humano. Una medida, si lo pensáis, por demás lógica. Cuando menos, para los que ya veían cómo sería la Europa posterior a 1945. El sufrimiento de los habitantes a ser bombardeados les dejaba por completo indiferentes, como es natural. Desde que Clausewitz dejó escrito 'El objetivo de la guerra es la destrucción del enemigo', a nadie le importa un pito lo que pase con los humanos. Mirad, si no, lo que pasa en Siria. O en el Parlament. Feliz agosto para todos.

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    7. La voluntad de poder, la voluntad de poder…

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    8. Efectivamente. La guerra había que ganarla, como fuera, y el fin justificaba los medios. Pero no deja de ser un mal ejemplo para justificar que "gracias al bombardeo de Dresde se ganaría la guerra".
      Y la voluntad de poder de Jose Enrique se manifiesta hasta en tiempos de paz, y no sólo en el Parlament. No hay más que ver la Spanische Geschichte en 2016. Es el arte de Cúchares llevado a la política, a ver quién torea mejor.

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    9. Efectivamente. La guerra había que ganarla, como fuera, y el fin justificaba los medios. Pero no deja de ser un mal ejemplo para justificar que "gracias al bombardeo de Dresde se ganaría la guerra".
      Y la voluntad de poder de Jose Enrique se manifiesta hasta en tiempos de paz, y no sólo en el Parlament. No hay más que ver la Spanische Geschichte en 2016. Es el arte de Cúchares llevado a la política, a ver quién torea mejor.

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    10. No creo que nadie pensara que planchando Dresden se ganaría la guerra. Probablemente sólo se trataba de jorobarle un poquito el botín al Tío Josif. Pasó lo mismo con el Tirpitz. Un barco inmovilizado en un fiordo noruego, incapaz de hacer daño a una mosca y que necesitaría una carísima reparación para volver a navegar. El que la RAF sacrificara cantidad de horas de vuelo, cientos de misiones y unos cuantos carísimos bombarderos en acabar de cargárselo solo se explica por el interés de que los rusos no se hicieran con él en calidad de 'botín de guerra', lo que sería inevitable ya que por entonces, finales del 44, ya ocupaban Finnmarkt, el norte de Noruega. Son cantidad las acciones inexplicables de los aliados hacia el final de la guerra, las que sólo se comprenden a partir de su negado deseo de no dejar nada valioso en manos de los rusos. Dresden era muy valiosa. Tanto, que cargársela era obligado. Y menos mal que no liquidaron el Zwinger...

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    11. Leo en Wikipedia (sea verdad o no) que el Zwinger fue destruido durante los bombardeos de 1945, y que no acabó su reconstrucción hasta 1963-64. Lo que no se especifica es el grado de destrucción que sufrieron las colecciones allí conservadas, acaso se pusieron previamente a buen recaudo. De todos modos, las pérdidas que padeció el patrimonio europeo, sobre todo en Centroeuropa, durante la Segunda Guerra Mundial resultan suficiente motivo de oprobio para aquellas naciones beligerantes que todavía presumen de civilizadas.

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    12. Hasta donde sé no se lo cargaron del todo. De ahí que se pudiera reconstruir en menos de 20 años (reconstruir la Frauenkirche llevó casi 60). Buena parte de los muros de carga resistieron bastante bien. Las cúpulas no, ni los tejados, pero en general quedó lo suficiente para poder limpiar, sanear y reconstruir. Las colecciones, también hasta donde sé, se habían puesto a buen recaudo muy al poco de comenzar los cañonazos, igual que se hiciera en el Louvre o en la National Gallery. Las naciones beligerantes vencedoras están en su legítimo derecho de presumir de civilizadas, ya que para eso ganaron. El oprobio es asunto de perdedores, como todo el mundo sabe. De ahí que Hitler sea un monstruo y Stalin un santo. En cuanto a Franco, pues mitá y mitá. Depende de quién controle el callejero.

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    13. Agradezco las aclaraciones y agradezco tu agudo comentario sobre cómo se crean los monstruos de la historia.

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  7. Aunque con fines menos lúdicos, el maltrato animal está presente en la investigación, en la gastronomía, en la agricultura... Su desaparición del comportamiento humano nos llevaría a la situación que describe Philip Roth en "La Pastoral Americana" relativa a la hija mayor del "Sueco"

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    1. La polémica sobre el maltrato animal habría que enmarcarla en el contexto de la historia del género humano y, más allá, en la historia de la evolución de los primates. Los simios gregarios, como los chimpancés, demuestran un comportamiento a la vez agresivo y empático con respecto a sus semejantes. Por un lado, los individuos dominantes emplean la violencia para prevalecer y, por el otro, es norma en el grupo la colaboración, por ejemplo, en el cuidado de la prole. Los seres humanos hemos heredado este comportamiento y actuamos a la vez guiados por la voluntad de poder –que diría Nietzsche– y por el sentimiento solidario; precisamente nuestra capacidad para aunar esfuerzos es la que permitió a la especie explotar con gran éxito los recursos naturales y aumentar su poderío, que es lo que, por cierto, reclama en todo momento la voluntad de poder.
      En cuanto a los valores morales que conforman los usos y costumbres, dependen de las circunstancias económicas de cada momento. Cuando abundaban los esclavos, resultaban muy excitantes y económicamente rentables las luchas de gladiadores. Cuando disminuyó la cantidad de esclavos y éstos se convirtieron en propiedades de lujo, tal excitación se trasladó a la lucha contra los toros, más asequibles. Luego, se implantó el fútbol como diversión para las masas, y el negocio pasó a la contratación de futbolistas, en detrimento de los toreros. Esto permitió que la empatía ocupara el lugar que hasta entonces había ocupado el afán de dominio y se proyectó sobre los pobres animales, que tanto sufren.
      Cuando, dentro de poco, la economía del desarrollo a ultranza llegue a su término, volveremos a acordarnos de lo útiles que nos han resultado siempre las bestias y obviaremos todos esos sentimientos altruistas, en aras de la supervivencia.

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  8. Me resulta llamativo en lo referente al fenómeno de las corridas de toros que, tanto en los comentarios en este foro como en el debate que se mantuvo en el Parlamento de Cataluña, con participación de toreros, ganaderos, aficionados y detractores, todo se enfocase solamente en la crítica o justificación del sufrimiento del animal. Claro que sufre, y comparto todas las críticas al respecto. Pero considero que hay otro aspecto de mayor importancia. si cabe. Me refiero a que la esencia del espectáculo es el riesgo, hasta de muerte, del torero. Se paga la entrada y se asiste para ver si el torero es capaz de salir indemne de un lance de gran peligro al que se somete por dinero ... más cornás da el hambre. Se busca la emoción que produce ver a otro en peligro. Sin peligro no hay "fiesta" ... el arte sería el mismo si se "afeitaran" los cuernos, pero la emoción no, y esto prima. Estoy convencido que las corridas de toros desaparecerán mas pronto que tarde y que nuestros descendientes se avergonzarán de su recuerdo.
    Nuestros vecinos portugueses nos dan una buena lección evitando en gran parte el riesgo del toreo y la muerte del toro. Podría ser nuestro próximo paso hasta su desaparición. Voto por ello.

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    1. A esto me refería en la parte final de mi crónica, al comportamiento humano frente al riesgo, tanto para los demás como incluso para uno mismo. Del primer caso resulta el morbo por ver un espectáculo, como dices. Instintivamente, tanto en las corridas, como en las competiciones extremas de motos, coches y aviones, se produce ese morbo de desear que “pase” algo, aunque no se quiera el mal para nadie.
      Por los toros, no quería iniciar una polémica, al menos no mezclándola con la crónica.
      Pienso que se va a ese espectáculo para ver el arte del torero frente a un animal mucho más fuerte, al que se va doblegando gracias a la habilidad con el “engaño”.
      Tiene bastantes aspectos negativos que habría que tratar de eliminar, más que nada porque se siente vergüenza cuando se ve sufrir al animal, en especial en el momento de la muerte, si la “suerte” no ha sido bien ejecutada por el torero. Una solución para esto es efectivamente la “portuguesa”, aunque eso no le libra al toro de una muerte pocos minutos después. Lo que habría que evitar son esos espectáculos sangrientos que pienso que ni siquiera gustan a los aficionados. Me resulta sorprendente que exista esa reacción visceral de esos mismos aficionados contra medidas que mitigan al menos parte del riesgo (“afeitado” y similares), como si la vida del torero fuera algo con lo que hubiera que contar para el espectáculo.
      Por ahí habría que empezar a modificar las corridas; es posible que eso sea el principio del fin de las mismas, lo cual tampoco sería malo. Personalmente, no estoy visceralmente en contra de ellas, probablemente por la educación recibida de niño, al ser mi padre aficionado y llevándome en ocasiones a ellas. Esto es probable que cause una especie de “anestesia” frente al sufrimiento animal, que con los años va desapareciendo. Al final se limita uno a ir a las corridas “en fiestas”, en las que se ven espectáculos menos sangrientos como los recortadores, en los que sigue manteniéndose esa “pasión” por el riesgo sin que el animal sufra. Quizás pudiera ser eso el final de las corridas de toros, un reemplazo por otro tipo de espectáculo, como éste de los recortes y el rejoneo “a la portuguesa”, pues el toreo a caballo siempre ha sido mi preferido.

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  9. Un poco tarde. Si tenemos en cuenta que según el Ministerio del Interior se van a matar este año, aproximadamente 10.247 reses en los festejos taurinos que se celebren en España, que a cada res la van a torear seis personas y que probablemente sólo resulte muerto el torero de las fiestas de Teruel, la relación muerto/personas enfrentadas a un toro es 0,000016. En la construcción suelen trabajar alrededor de 1.000.000 de empleados, la última cifra de muertos anuales por accidente laboral es de 70, la relación accidente/empleados del sector es: 0,014. Parece que la construcción es una actividad 875 veces más peligrosa que el toreo y mucho peor remunerada.

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