martes, 26 de marzo de 2019

DESARROLLO DE LA INDUSTRIA AEROESPACIAL AL HILO DE MI VIDA PROFESIONAL Y VICEVERSA


AULA 64 del 25 de marzo de 2019
Ponente:  Pablo de Bergia

...Por Kurt Schleicher

  Como es habitual, Vicente nos puso en conocimiento de las futuras Aula´s 64: 29 de abril: Emilio Aparicio y el 27 de Mayo, Jose Ramón Recuero. Es altamente probable que resulten ser unas conferencias divinas, pues Emilio nos hablará de Dios y José Ramón no lo sabemos, pero como es el autor del Libro “La cuestión de Dios” entre otros muchos, a lo mejor continuamos la racha celestial.



   Mencionar también que por primera vez se nos une Manolo Limones, que ha venido desde Málaga reforzado por su hermano para asistir a una de nuestras Aulas. ¡Bienvenido!


   Vicente nos hizo una breve introducción de Pablo, con el que le une una gran amistad desde los tiempos del baloncesto. Nos contó la anécdota que ya viene reflejada en el blog del famoso partido entre Estudiantes y Real Madrid, en el que la “cla” de los estudiantiles recibieron con algún que otro pito a Vicente por irse al Real Madrid y Pablo se salió de la fila de los jugadores del Estudiantes para darle un monumental abrazo delante de todo el mundo. Está claro que eso Vicente no lo olvida y siempre nos lo cuenta…


   Pablo comenzó contándonos sus primeras experiencias en el Ramiro, cuando se empeñó como en otras muchas ocasiones de su vida en conseguir algo y no parar hasta lograrlo. En ingreso quiso sacar una matrícula reservada por D. Luis Muñozcobos a los diez primeros, pero tras protestar a D. Mendo, pudo hacerlo y la sacó, pasando así al A. Por culpa del idioma (inglés), pasó en el bachiller a 4ºF. Conoció al padre Cuéllar, quien le introdujo en el Opus Dei, algo que no ha dejado en toda su vida. En cuanto al baloncesto, se aficionó muy pronto; su primer maestro fue José Frade. Tras mucho tiempo chupando banquillo, por fin le llamó Paco Hernández, coincidiendo con su estirón físico y permitiendo que jugara de pivot en el Estudiantes. Pepe Laso le fichó para el Canoe, lo que le hizo mucha ilusión, pero le costó tener que abandonar el Ramiro y no pudo hacer el Preu con nosotros. Tras estar un año sin jugar en la época del 1964/65 y tener que recuperarse además de una anemia, le llamó Jesús Codina para volver al Estudiantes.
   En esa misma época empezó su carrera como ingeniero aeronáutico, suspendiendo el primer curso. Aquello le enrabietó y tras repetir ya sacó todas las asignaturas. Desde luego no era un vocacional, pues iba a matricularse de ingenieros navales y por confundirse de edificio, se matriculó sin darse cuenta en aeronáuticos, que está al lado (¡!). Terminó la carrera en 1971, simultaneando con el baloncesto, cosa nada fácil, pues lo habitual en aeronáuticos era repetir uno o varios cursos; doy fe de ello…
Se marcó como objetivo formar parte de la selección nacional, pero se llevó un buen disgusto cuando no le seleccionaron. Finalmente entró en CASA de la mano de Enrique de Guzmán y Ozámiz, presidente por entonces. Aquella época fue la de las fusiones de compañías y mirar a colaboraciones internacionales. (Añado a Pablo que en diciembre de 1971, CASA entró a formar parte como miembro de pleno derecho del consorcio Airbus Industrie G.I.E.). A Pablo le “tiraba” Estados Unidos; gracias a compensaciones de colaboración CASA con Boeing, fue enviado por dos años y medio a Seattle a “formarse” y aprender el negocio aeroespacial. Como anécdota curiosa, como el lugar más cercano en el que había una delegación del Opus Dei era en S. Francisco, los fines de semana se desplazaba allí en coche desde Seattle (¡1200 km!), maldurmiendo por el camino. Todo un mérito espiritual.
    Aquello fue también providencial para su futuro profesional, pues a su vuelta se había decidido cambiar la estructura de la empresa, precisándose desarrollar una dirección Comercial y así un jovencísimo Pablo fue nombrado director Comercial. También tuvo que ver la aparición de dos programas, el C-212 y el C-101, que podrían ser los primeros “cobayas”; de hecho, el primero, pese a ser un avión de transporte militar bien concebido por su sencillez, aterrizajes muy cortos (STOL) en pistas no preparadas, etc., logró ser un éxito de ventas incluso como avión civil. Se vendieron del orden de 600 aviones nada menos. A ello contribuyó mucho la formación de una compañía subsidiaria en USA, la American CASA, en gran parte gracias a los esfuerzos de Pablo. En cuanto al segundo, el C-101, fue muy bienvenido por el Ministerio del Aire como avión entrenador de pilotos, siendo hoy todavía muy conocido por ser el avión de la patrulla Águila.
   Pablo pasó por muchas otras vicisitudes profesionales, entre las que cabe destacar los cuatro años que pasó como director del programa Eurofighter, lo que le obligó a frecuentes vuelos a Alemania, a Munich, ocasiones en las que coincidimos alguna vez cuando yo retornaba de Hamburgo. Después estuvo también una larga temporada en USA y finalmente se jubiló en 2010, por cierto, el mismo año que yo. Decidió dedicarse a disfrutar de la jubilación, aparte de ser delegado de la Universidad de Navarra.
  Tras disfrutar de su exposición, nos fuimos todos al lugar habitual de la residencia de Estudiantes y deleitarnos con la cena y la compañía mutua.
    KS, 26 de marzo de 2019.















sábado, 16 de marzo de 2019

EL CEREBRO CREA LA REALIDAD A SU MANERA

…POR RAQUEL MARÍN
Las personas creemos firmemente en nuestra realidad, si bien es algo cambiante y expuesto a una gran cantidad de estímulos, percepciones y emociones distintos. Además, la evocación de los recuerdos de la memoria está también sujeta a modificaciones de acuerdo al estado emocional e incluso al número de eventos simultáneos que forjaron ese recuerdo. De hecho, cuantos más acontecimientos sucedieron durante la generación de ese aspecto de la memoria, es más probable que nuestro recuerdo no se parezca demasiado a lo que realmente ocurrió.


El cerebro se "inventa" la realidad a partir de las herramientas con las que cuenta.
¿Qué es la realidad en la mente?
Según los especialistas, la conciencia es la que nos mantiene vivos y apegados a una realidad particular. La conciencia tiene diversas facetas desde la percepción de nuestro cuerpo y de los órganos internos, de uno mismo y del mundo en el que vivimos. Sin embargo, la conciencia se forja de acuerdo a la actividad cerebral, a partir de un sinfín de estímulos que el cerebro procesa y para la que genera predicciones en base a la experiencia previa. Por consiguiente, la conciencia es relativa.
En otras palabras, a partir de unas pinceladas preliminares sin entrar en los detalles precisos el cerebro se inventa el resto de la historia.
Ello ns prmite por ejeplo ler esta frse anque le faltn letrs.
¡El cerebro no es del todo fidedigno para reproducir la realidad!
Previsualizar una actividad es para el cerebro como si ya estuvieras haciéndola
El cerebro se utiliza para casi todo : sensaciones, apetito, digestión respiración, temperatura corporal, movimiento, memoria, aprendizaje, lenguaje, conciencia, atención, voluntad, motivación, comportamiento, habilidades sociales, capacidad de comunicación, abstracción, creatividad, estado anímico, voluntad y la regulación de las emociones y sensaciones.
Con esta ferviente actividad es evidente que consume una altísima cantidad de energía y oxígeno, por lo que procura también ser "metabólicamente ahorrativo" a la hora de generar nuevos pensamientos que almacenar. Por ello, frente a experiencias similares que la mente cree reconocer, utiliza parte de lo que ya había generado previamente para crear (recrear) la nueva decisión o conclusión.
Esta es una de las razones por las cuales, por ejemplo, una persona puede caernos bien de entrada sin que haya tenido créditos para ello por el mero hecho de parecerse físicamente a otra persona que en una experiencia previa nos causó alguna buena experiencia.
De hecho, con tan solo previsualizar una tarea concreta, el cerebro puede modificarse anatómicamente como si realmente estuviera ejecutando la tarea. Un ejemplo de esta fantástica capacidad se basa en los experimentos efectuados en personas en las simplemente imaginando que estaban tocando el piano se observaba en el cerebro una actividad similar que cuando el pianista lo está tocando realmente.
¿Vivimos en la ficción?
Según la investigación neurocientífica, la mente humana genera unos 60.000-70.000 pensamientos al día. Cuando comento este hecho a algunas personas, suelen afirman que no les extraña. "No paro de pensar. Incluso cuando quiero dejar la mente en blanco, sigo pensando".
Sin embargo, tan solo somos conscientes de alrededor de un 25% de los pensamientos que generamos. Personalmente, este hecho me resulta me particularmente curioso cuando pienso la cantidad de energía que las neuronas del cerebro deben gastar para alimentar el inconsciente.
Teniendo en cuenta que tan solo por existir nuestro cerebro gasta cerca de 600 kcal al día, ¿Cuánto gastamos en pensamientos que no repercuten en nada concreto? ¿En estímulos neuronales que ni siquiera llegan a ser conscientes es nuestra existencia? Resulta realmente fascinante imaginar la cantidad de kilocalorías que se dedican a tareas en apariencia inservibles.
Libertad de pensamiento... ¿Realidad o ficción?
Algunos investigadores que han marcado historia en la neurociencia, como la neurocientífica Rita Levi Montalcini (Premio Nobel 1986) afirman que las emociones son uno de los motores cerebrales fundamentales, son el sistema más complejo que alberga el cerebro y predomina en nuestra existencia.
Hasta el punto de que las emociones positivas, la sensación de bienestar y felicidad viene directamente ligado al bagaje de personas que fomentan nuestra felicidad. Este aspecto es tan importante que se calcula que el riesgo de mortalidad aumenta en un 20% en personas que se declaran infelices frente a aquellas que se consideran felices.
Ante estas premisas, - el cerebro en su forma de percibir y hacer de ello la realidad junto con la necesidad de bienestar emocional -, es tentador utilizar esta información para inducir en las percepciones un tipo de realidad y de necesidad que generamos con, por ejemplo, fines puramente comerciales. En otro ámbito, los artistas de la prestidigitación llevan muchísimos años haciéndonos ver la realidad que no existe toda vez que nos ocultan aquello que estamos viendo. Los magos son auténticos artífices de la manipulación de la percepción del cerebro humano.
En el campo del neuromarketing ¿Os imagináis si pudierais tener acceso a métodos para alterar las percepciones y orientar las emociones hacia algo que queramos que otros nos compren y consideren imprescindible para su bienestar? Es altamente tentador y estamos mucho más cerca de conseguirlo si la toma de decisiones se delega a algoritmos matemáticos que decidan por nosotros.
Ya se han ganado elecciones a presidencia con estas estrategias. Es probable que la libertad de pensamiento esté en alto riesgo de desaparición para sustituirlo por meras herramientas de consumo.


Esta fotocomposición que presenta a la autora rodeada de "sinápticas neuronas" es obra de Kurt Schleicher y aparece en el propio blog de ella. 
Para saber más, visita mi blog: www.raquelmarin.net



Dale vida a tu cerebro. ¡Ya en tercera edición!

viernes, 1 de marzo de 2019

LA GRAN AVENTURA DEL BUQUE DEL DIABLO

Artículo de EL PAIS digital

Ildefonso Arenas reflota en su última novela el crucero de batalla del Káiser ‘Goeben’ que llevó de cabeza a los Aliados en la I Guerra Mundial.


El crucero de batalla imperial 'Goeben' en Estambul en 1917.  GETTY IMAGES


¿Qué hacen una hélice y un ancla de un barco de la flota alemana de la I Guerra Mundial, la Kaiserliche Marine, la Marina Imperial, en exhibición frente al Museo Naval de Estambul? Son los restos de un barco de guerra memorable y testimonios de una de las grandes aventuras bélicas de todos los tiempos en el mar. Pertenecían al crucero de batalla SMS (Seiner Majestät Schiff, barco de Su Majestad) Goeben, que llevó de cabeza a sus enemigos, los Aliados, en el Mediterráneo a lo largo de la Gran Guerra. Durante la mayor parte de la contienda el barco combatió desde puerto turco y bajo nombre y pabellón de este país. El hombre que un poco más allá de la hélice y el ancla se acoda con salero en un cañón naval del exterior del museo que parece apuntar directamente hacia los transeúntes es el escritor Ildefonso Arenas (Madrid, 1947), autor de novelas como Álava en Waterloo —una genial reescritura de la batalla— o Tercera Cruz de Caballero —sobre un aviador español que luchó junto a los pilotos alemanes de la Luftwaffe—, y que en la última publicada, El buque del diablo (Edhasa), reflota al Goeben y su apasionante historia, estrechamente relacionada con Estambul. El título del libro, tan novelesco, procede de la prensa británica de la época, que bautizó así al crucero alemán (Churchill dijo que el Goeben navegó hacía los Dardanelos "llevando consigo para los pueblos de Oriente más miseria, muerte y ruina de la que nunca había sido llevada por un barco”). Los propios alemanes recogieron el apodo con orgullo: “Das Teufelschiff”.
La novela de Arenas, un asombroso tour de force como las anteriores que muestra como telón de fondo un completísimo y documentadísimo panorama de la alianza entre Turquía y Alemania durante la Primera Guerra Mundial, la actividad bélica en el Mediterráneo oriental —incluida la campaña de Gallipoli— y hasta el aciago destino de la Kaiserliche Marine (asistiremos al honorable auto hundimiento de la flota en Scapa Flow en 1919), tiene cuatro grandes protagonistas: el barco de guerra alemán, la ciudad turca y la joven pareja inventada que componen un oficial de la marina del Káiser, Rolf Wichelhausen, y su novia catalana. Esta última, Queralt Mir, hija de notario barcelonés y cuñada del agregado naval español en Estambul, desenvuelta, valiente, políglota y de una sexualidad sorprendentemente desinhibida para la época (y en realidad para cualquier época), es un verdadero hallazgo que, capaz de realizar tareas de espionaje, pasearse por el Gran Bazar con una Luger P08 en el refajo, surtir de panellets al Goeben y cocinar paellas junto al Cuerno de Oro, hasta se le come a veces la función al potente crucero imperial.

Ildefonso Arenas, con un cañón naval, a las puertas del Museo Marítimo de Estambul.
Arenas ha citado en Estambul para hablar de su novela y revivir la época histórica en que transcurre (de 1912 a 1920), recorriendo algunos de sus escenarios. En el museo naval, un centro moderno cerca del palacio de Dolmabahçe (donde murió Atatürk) que se espejea en el vecino Bósforo, nada menos, pueden verse, en una colección que incluye los famosos caiques dorados de los sultanes turcos, diversos objetos relacionados con el Groser Kreuzer Goeben. El más emocionante es su bandera de combate imperial (Reichkriegsflagge), con el águila y la cruz, que ondeó en los enfrentamientos que sostuvo el crucero de batalla con la flota británica, pero Arenas también señala pinturas y maquetas del barco. Cuando uno piensa en la flota alemana de la I Guerra Mundial lo hace sobre todo en los tan aventureros corsarios Emden, Wolf o el velero Seeadler, además de los submarinos, claro, como el U-9 de Weddigen. Pero la gesta del Goeben, que combatió también a la armada rusa en el Mar Negro y bombardeó Sebastopol, no les fue a la zaga.


“Siempre me ha fascinado esa historia, desde que la descubrí en 1962, al leer Cruceros de batalla de Manuel Ramírez Gabarrús (Editorial Naval)”, señala Arenas mientras se prueba una gorra de submarinista turco en la tienda del museo (compraremos dos). “Lo que más me impresionó y que recreo en la primera parte de mi novela fue la forma en que ese barco y su acompañante, el crucero ligero Breslau, dieron esquinazo en agosto de 1914 a la flota británica, la mejor del mundo, y consiguieron llegar al puerto de Estambul”. El novelista, al que hay que reconocerle el mérito de poner el Goeben en el altar de los buques de guerra literarios, la flota en la que navegan el HMS Ulysses, el Caine, la Compass Rose o la Surprise, narra de manera magistral, a lo Patrick O’Brian, para entendernos, ese episodio. Parece que estuvieras a bordo, tanto en el puente como en la sala de máquinas y en los cañones (“Feuer frei!”, ¡abran fuego!), observando en directo las geniales maniobras y fintas del almirante Wilhelm Souchon para escapar de la jauría de hierro enemiga mientras los barcos rivales burlados y vencidos transmiten desesperadamente la señal “GOBLO-GOBLO” (Goeben Breslau out), indicando que ambos buques han zarpado y andan sueltos sobre las olas en las que debía mandar Britania. Un insólito testigo del paso del Goeben y de su intercambio de disparos con los británicos, por cierto, fue Barbara Tuchman, a la sazón un niña de dos años, a bordo de un vapor italiano de pasajeros que cubría la ruta Venecia-Estambul. La historiadora contó luego el episodio en su célebre Los cañones de agosto.

El 'Goeben' (haciendo fuego) y el 'Breslau' (detrás) en una estampa de la época.
El Goeben y el Breslau, que llevaban un año paseando la bandera alemana por el Mediterráneo, marcando paquete imperial, por así decirlo (Arenas describe una visita de Alfonso XIII al crucero de batalla en el puerto de Barcelona, con prisas por ir a ver, y algo más, a Raquel Meller), debutaron en la I Guerra Mundial cañoneando audazmente el 4 de agosto puertos franceses en el Norte de África. Humillaron a los battlecruisers y a toda la orgullosa flota británica y, a su llegada a Estambul, tras dejarles los turcos proalemanes entrar en los vigiladísimos Dardanelos, contribuyeron a que Turquía se pusiera del lado de las potencias centrales en la guerra que empezaba. “El Gobierno británico y especialmente Churchill que era Primer Lord del Almirantazgo habían hecho enfadar terriblemente a los turcos quedándose dos barcos de guerra, dos dreadnoughts,que les estaban construyendo en astilleros ingleses y que ya estaban pagados, una gran metedura de pata de Churchill”, explica Arenas en otro escenario de su novela, el añejo hotel Pera Palace, adonde llegaban los pasajeros de primera del Orient Express y convertido en cuartel general alemán durante la guerra. En su suntuoso salón hoy no están aquí, como solían y aparece en El buque del diablo, el general Von Sanders, Souchon, Von Mücke (el primer oficial del Emden) o el Kapitänleutnant Konrad Gansser, del submarino U-33, explicando sus aventuras;pero cenando con Arenas y disfrutando de su conversación, que es una kermessede erudición como su novela, uno no los echa de menos y menos aún cuando, tras hablar del arrufo del Gneisenau, atacamos el postre al grito de “vollle Fahrt voraus! (“¡A toda máquina!”).

La bandera de combate del 'Goeben', en el Museo Marítimo de Estambul.
La bandera de combate del 'Goeben', en el Museo Marítimo de Estambul.

“Para compensar la pérdida de los dos barcos que se quedaron los ingleses y sobre todo para arrastrar a los turcos a su bando, los alemanes les ofrecieron el Goeben y el Breslau”, prosigue Arenas. Rebautizados como Yavuz Sultán Selim –Sultán Selim el Implacable- y Midilli respectivamente, y con pabellón de la media luna, los buques entraron nominalmente a formar parte de la armada del imperio turco, aunque la tripulación siguió siendo la misma, alemana; eso sí, los oficiales, para dar ambiente, cambiaron la gorra por el fez. En su nueva condición, con el Yavuz como buque insignia de la flota turca, los dos barcos realizaron numerosas misiones y siguieron siendo una espina clavada en el costado oriental de los Aliados.


El 'Goeben' ya como el 'Yavuz' de la flota turca.
El 'Goeben' ya como el 'Yavuz' de la flota turca.

Tras la guerra, señala Arenas, los turcos conservaron el Goeben/Yavuz, y en 1938 llevó ceremonialmente los restos de Atatürk para su entierro en Izmit. En 1946, el barco tuvo el privilegio de intercambiar cañonazos (de cortesía) con el acorazado USS Missouri, en visita diplomática a Estambul. No fue dado de baja hasta 1950 (lo desguazaron en 1973), y fue el último superviviente de la flota imperial alemana y el barco de su tipo que más tiempo estuvo en servicio.
El escritor explica mientras caminamos arriesgadamente por la resbaladiza callejuela en pendiente llena de gatos de Tomtom Kaptan hacia el hotel, un antiguo convento de monjas franciscanas y Gardes-Malades en el que se instala su pareja protagonista, que el joven oficial alemán está inspirado en uno real, aunque se llamaba Alfons y no Rolf, igual que ella. “Conocí a una chica muy parecida, yo también tuve a una Queralt, hace mucho tiempo...”. ¿Ha tenido la sensación de que la espabilada joven catalana se apropiaba de la novela? “Ha ido cobrando vida, y ha llegado a sorprenderme a mí mismo”. Arenas, con su aire de entre Talleyrand y Blücher, es un gran especialista en crear personajes femeninos inolvidables, al igual que en narrar episodios eróticos, tan serio que parece.
"No me gusta la épica, es grandilocuente. Pero eso no está reñido con que soy un fan de la novela de aventuras"
“Todo lo que explico es cierto”, continúa, “el trasfondo histórico, incluyendo lo de que el almirante Canaris estuvo en Barcelona, o la acción del torpedero turco contra el Goliath en Canakale... Me resultan sonrojantes las novelas históricas que maltratan la historia. Yo intento contar de manera amena historias poco conocidas con algunos personajes inventados pero sin separarme en lo sustancial de los hechos”. El autor es tan meticuloso que cuando en El buque del diablo el capitán del Goeben asevera que de Pirán a Brindisi (340 millas) tardarán 17 horas a veinte nudos, puedes estar seguro de que es verdad.
Arenas narra su novela desde el lado alemán, lo que es algo insólito. “Me interesa la perspectiva del que pierde la guerra pudiendo haberla ganado, y me gusta la sonoridad de los nombres y los cargos alemanes.También su cultura del orden y la organización. Y me apetecía mostrar el lado oscuro de los británicos, la arrogancia y la incompetencia criminal de sus mandos. La Primera Guerra Mundial no es como la Segunda. Aquí no está tan claro que un bando tuviera la razón moral”. Pasa un poco de puntillas por la matanza de los armenios. “Se menciona en la novela, los alemanes evidentemente miraron para otro lado”.
Pese a sus anchas miras y sus grandes escenarios, El buque del diablo no es una novela épica. Arenas hace a sus personajes muy cercanos e imprime dosis de humor y mucha ironía en la narración. “Aldos Huxley decía que el humor es un buen desengrasante en la literatura. No, no me gusta la épica, es grandilocuente. Pero eso no está reñido con que soy un fan de la novela de aventuras, y aquí hay muchas”. Curiosamente, Arenas no es lector de Hugo Pratt, pese a transitar en El buque del diablo territorios comunes. En la novela hay momentos de intensidad erótica y otros líricos, en los que podemos estar con los personajes en la toldilla del Goeben, "con una copa de Taittinger en una mano y un cigarrillo turco en la otra, contemplando una ciudad que al atardecer era bellísima, dejándose acariciar por la brisa del Bósforo”.

“MI BARCO DE GUERRA FAVORITO ES EL ‘GNEISENAU’ DE LA KRIEGSMARINE”


El barco favorito del novelista no es el Goeben, como parecería desprenderse de que le dedique una novela de más de medio millar de páginas, sino un heredero suyo: el Gneisenau (1938), descrito como acorazado y como crucero de batalla y gemelo del Scharnhorst (dos de los buques estrella de la Kriegsmarine, la marina de Hitler, "las bailarinas con sobrepeso" los llamaban por su combinación de velocidad y coraza), ambos con nombres de mariscales prusianos. ¿Lo prefiere de verdad a los más famosos Bismarck, Tirpitz o Graf Spee, o al corsario Atlantis? “Sí, ¿te parece raro?, ¡no está nada mal lo que hizo el Gneisenau!, participó en la invasión de Noruega –donde aún puede verse una torreta suya instalada en tierra-, atacó convoyes, hundió una buena cantidad de barcos, entre ellos, junto al Scharnhorst, el portaviones británico HMS Glorious; peleó con fiereza y perdió a más de 400 tripulantes en combate, y además está esa historia de su misteriosa aparición en marzo de 1941 en la costa de Tenerife, donde no se sabe qué desembarcó ...”.