… por Kurt Schleicher
Hace tan sólo un par de meses
se ha erigido en la plaza de Colón de Madrid una estatua a un héroe, a un héroe
español olvidado: Blas de Lezo. Esto me ha hecho pensar que sería interesante profundizar
un poco en lo que hay detrás de lo que se entiende por héroe en la actualidad y
también porque a los héroes siempre se les ha considerado un modelo a seguir y ser
dignos de admiración; ¿quedarán héroes de verdad hoy?
En primer lugar, me temo que el concepto de héroe es en sí ya bastante
subjetivo y cada persona lo asociará a un determinado ejemplo, el que le venga
a uno primero a la mente por el uso que se ha hecho de él en la literatura, en
la historia o por los medios de comunicación. Esto puede oscilar desde el
bombero que salva a un niño de las llamas hasta los héroes de las películas o
tebeos, como Supermán, Batman, el Capitán Trueno y similares, o personajes
legendarios como Héctor de Troya o Hércules, o personajes históricos
frecuentemente representados como tales, Robin Hood, por ejemplo.
Para muchos, héroe se asocia a los que como tales trata la historia, bien
sean conquistadores (Hernán Cortés, Pizarro o Genghis Khan) o líderes como
Viriato, Espartaco, etc. o militares que han demostrado un valor extraordinario
(Daóiz y Velarde, por ejemplo), pero no hay que olvidar que siendo el término
muy subjetivo, no es difícil que la propia historia se “olvide” de muchos más
personajes merecedores de tal apelativo. ¿A que los ejemplos anteriores los conocemos
todos desde niños? Pero, ¿quién ha oído hablar antes de Blas de Lezo?
¿Qué es entonces un héroe? ¿A partir de qué se le concede a alguien ése
merecimiento?
Veamos lo que dice la R.A.E. sobre “héroe”:
Hombre (héroe) o mujer (heroína) ilustre y famoso por sus hazañas o
virtudes y que lleva a cabo una acción heroica - Protagonista de una obra de ficción. (No tengo en cuenta otras definiciones
relacionadas con la mitología o la epopeya literaria).
Héroe: Persona que se distingue por haber realizado una hazaña
extraordinaria, especialmente si requiere mucho valor. - Personaje principal en una obra literaria o
cinematográfica, especialmente el que produce admiración por sus buenas
cualidades.
Otros significados complementarios:
Heroico (RAE): Se aplica a la acción que requiere una gran valentía o es muy
difícil de conseguir, por lo que es digna de admiración.
Hazaña (RAE): acción o
hecho, y especialmente hecho ilustre, señalado y heroico.
Virtud (Wiki): La virtud es la integridad y excelencia
moral, poder y fuerza; castidad o pureza. Es también una cualidad que permite a
quien la posee, ayudarlo en las situaciones más difíciles para cambiarlas a su
favor. El virtuoso es el que está en camino de ser sabio, porque sabe cómo
llegar a sus metas sin pisar las de los otros, porque pone a los demás de su
lado y los lleva a alcanzar un objetivo diferente. El virtuoso es el que “sabe
remar contra la corriente”. También, una persona virtuosa es aquella que sabe
sacar adelante cualquier problema que se avecina. Es una persona que tiene
muchas cualidades y las pone en práctica a diario. La persona que quiere ser
virtuosa lucha por adquirir ese hábito bueno que hace al hombre capaz de
cumplir el bien. Las virtudes se consideran cualidades positivas, y se oponen a
los vicios. Las virtudes son las cualidades buenas y sensitivas del ser humano.
Mejor definición de “héroe”, según la Wikipedia:
Héroe es una persona de honor, un hombre que vive por la justicia y
no para sí mismo, que sus objetivos sean los de un hombre de paz y de bien, un
hombre que daría su vida por otros, que solo por una buena razón sea duro
consigo mismo, que sepa perdonar a los demás y que viva para la justicia en vez
de por su propia seguridad.
Otras:
“Héroe es alguien capaz de sacrificar sus
propias necesidades en beneficio de los demás, como un pastor que se sacrifica
para proteger y servir a su rebaño. En consecuencia, el significado de la
palabra héroe está directamente emparentado con la idea del sacrificio
personal”.
Debiera tratarse de líderes, bien sean patriarcas
de grandes naciones o imperios o protagonistas de nuevos ideales que han marcado el paso y el cambio mismo de
la Historia. Y de ahí, de esta ruptura, se genera la mitificación de sus
acciones. La anécdota se convierte en mito.
Los héroes son modelos de conducta, de
superación y de sacrificio personal. Modelos, que en épocas de confusión,
guerra o conflicto, sirven de guía a la sociedad para superar sus problemas.
Parece que con todo este bagaje tenemos ya
una idea del significado de héroe, pero nos queda la consideración más
importante: ¿tomamos todas estas definiciones como conjunto unión o
intersección? , es decir, ¿son necesarias todas o cada una es suficiente? ¿O
elegimos las que nos parezcan mejor subjetivamente?
En mi
opinión, hay que considerarlas todas, aunque con cierta flexibilidad; entonces,
si una persona no cumple claramente con alguna de estas definiciones o
consideraciones, ¿es que ya no puede ser un héroe? ¿Dónde está la frontera?
Sinteticemos entonces los aspectos que son
precisos en teoría para poder considerar “héroe” a un cierto personaje:
Que sea
ilustre y famoso (¿?) por sus hazañas o/y (¡!!) virtudes.
Haber
realizado una hazaña extraordinaria que requiera mucho valor
Que
produzca admiración por sus buenas cualidades
Que haya
hecho algo difícil
Que
posea virtudes, cualidades positivas, buenas y sensitivas del ser humano, es
decir, integridad y excelencia moral, castidad y pureza, capaz de salir de
situaciones difíciles y cambiarlas a su favor, sabe cómo conseguir sus metas
sin pisar las de otros, que sea capaz de aunar a otros en sus objetivos,
remando contra corriente si es necesario… ¡y que las ponga en práctica a
diario!
Que viva
por la justicia y no por sí mismo o su propia seguridad
Que sus
objetivos sean los de un hombre de paz y de bien
Que sea
una persona de honor, capaz de dar su vida por otros
Que sepa
perdonar a los demás.
Que
constituyan modelos de conducta y sean
capaces de poder sacrificarse por los demás
… Y sería
conveniente que las consecuencias de sus actos hayan tenido cierta repercusión,
sobre todo histórica.
Me temo que encontrar a alguien que cumpla
todo esto será bastante difícil, pero al menos nos servirá de criterio.
Por poner un ejemplo: Pizarro es ilustre y
famoso por sus hazañas y su valor, ha hecho cosas muy difíciles, pero en lo
demás no destaca tanto precisamente. ¿Es un héroe? Yo creo que no, sin
desmerecer sus méritos, por supuesto. Pero es probable que otros no piensen
igual.
A la vista de este “cuestionario”, cada uno
puede ya verificar si en su criterio un cierto personaje puede o no ser
considerado como “héroe”.
Me voy a centrar en dos personajes reales que
se acercan mucho al concepto de héroe, pero que injustamente no son muy
“famosos”; uno español (con lo que conlleva de subjetividad patriótica) y otro
que trasciende realmente las nacionalidades. Me refiero al mencionado Blas de Lezo y al Rey Leproso de las Cruzadas, Balduino
IV.
Al releer la biografía de Blas de Lezo y
viendo que se le denomina el “héroe
olvidado”, me viene al pensamiento que para que a un personaje se le
atribuya el calificativo de héroe, suele suceder que se requiera que sea
también bien parecido, según nos lo pintan en películas y tebeos, cosa que Blas
de Lezo, tuerto, cojo y manco, no era precisamente. Lo mismo se podría decir de
mi otro héroe, el rey Leproso, que por razones obvias no podría ser físicamente
muy agraciado, teniendo que llevar máscara para ocultar su rostro sin nariz.
¿Será por eso por lo que se les suele olvidar? Sería un poco ridículo, pero en
la vida pasan estas cosas… Lo que sí es cierto es que para ser de verdad un
héroe, parece ser que debe uno estar hecho de una “pasta” especial, de gran
fuerza de carácter y de una inteligencia por encima de lo común.
BLAS DE
LEZO
De la biografía de Blas de Lezo se desprende
mucho de lo anterior. Parece que su memoria ha sido por fin reconocida,
afortunadamente, pero ya veremos si formará parte de los libros de historia
infantiles o si algún cineasta español le dedica una película al menos.
Blas de Lezo era guipuzcoano, nacido en
Pasajes, donde nació en Febrero de 1687, aunque ha sido tan olvidado que ni
siquiera esto, lugar y fecha de nacimiento, es algo seguro. Empezó su carrera
militar en la Marina española en 1704, muy joven, por lo tanto; estudió en
Francia (aliada entonces de España) y se enroló a los 17 años en la marina
francesa. Se fogueó en la Guerra de Sucesión a la corona de España entre
Austrias y Borbones (a favor de éstos junto con los franceses) tras la muerte
sin descendencia de Carlos II, ocasión en la que durante la batalla de
Vélez-Málaga entre la armada franco-española y la anglo-holandesa perdió la
pierna izquierda a consecuencia de un cañonazo. Hubo que amputarle en vivo lo
que quedaba de pierna y cuentan que apretó los dientes y ni se quejó, buena
muestra de su capacidad de sufrimiento y valor. Cojo y todo, el almirante
francés le ascendió a alférez por su intrepidez y arrojo.
El ojo lo perdió dos años más tarde durante
la misma guerra (una esquirla de granada se lo reventó) y aún así no se retiró.
Más tarde, en 1714, con ocasión de un asedio a Barcelona (los catalanes estaban
entonces en el bando contrario, a favor de los Austrias) y ya en los coletazos
finales de la guerra, un balazo de mosquete le dejó manco del brazo derecho,
por lo que tuvo que servirse de la zurda.
Su carrera militar fue rápida (tras la
guerra luchó contra los corsarios ingleses) y en reconocimiento a sus virtudes
militares entró en la leyenda con motes como “El Almirante Patapalo” o
“El Mediohombre”. En 1734 fue
nombrado teniente general y después enviado a Cartagena de Indias como
comandante general. Allí realizó su mayor gesta, que debería formar parte del
libro Guiness de récords, pues en 1741 resistió el ataque de la mayor flota
inglesa de la historia (exceptuando quizás el mucho más reciente desembarco de
Normandía en 1945) al mando del almirante Vernon con efectivos mucho menores
que los de éste.
Resumen de los mismos:
Almirante
Vernon: 195 barcos, 3000 cañones y 25000 soldados ingleses, apoyados por 4000
americanos.
Almirante
Blas de Lezo: 6 barcos con su tripulación, 3000 soldados defensores de
Cartagena y 600 indios amigos con arcos y flechas.
Proporción
aproximada de soldados: 10 ingleses contra 1 español.
Estrategia
de Blas de Lezo:
A Cartagena sólo se podía acceder por dos
estrechos accesos (Bocachica y Bocagrande), donde había dos fuertes y 4 fuertes
y un castillo respectivamente. Colocó a sus 3+3 barcos en la zona de mayor
estrechez en ambos accesos con la orden de aguantar todo lo posible y hundirlos
allí mismo para entorpecer la entrada de los navíos ingleses, cosa que
finalmente hubo que hacer, con éxito en Bocachica pero no así en Bocagrande.
Aquí, los ingleses remontaron 2 de los 3 barcos a tiempo antes de que se
hundieran, pudiendo entrar y conquistando no sin dificultad los sucesivos
fuertes, quedando al final tan sólo en pie el castillo de S. Felipe como
resistencia española.
En ése momento, los ingleses se imaginaron
que la victoria estaba cerca y Vernon la dio por ganada, mandando un mensaje a
su rey, que a su vez mandó acuñar monedas con la celebración de la victoria en
las que se veía a un Blas de Lezo arrodillado ante Vernon y sin su pata de palo
(por el qué dirán)…¡Magnífico ejemplo de que nunca debe venderse la piel del
oso antes de matarle!
Ingenio español: las andanadas de los cañones
españoles se hacían con bolas encadenadas (¿invento de Patapalo?, causando grandes daños en los buques británicos.
Asimismo, Blas de Lezo ordenó rodear las murallas de los fortines con sacos
terreros, amortiguando las innumerables andanadas de los buques ingleses.
El castillo de S. Felipe sólo estaba
defendido por 600 soldados, contra varios millares de ingleses, aunque por mar no
parecía fácil atacar la fortaleza. Anticipándose a un más que probable ataque
por tierra (zona de selva), Blas de Lezo hizo cavar un foso de 2 metros de
profundidad en esa zona, sin que los ingleses pudieran ver esta acción. Éstos
calcularon la altura de las murallas a partir de lo que veían desde lejos y
fabricaron cientos de escalas para el ataque, ¡evidentemente, 2 metros cortas!
Cuando se realizó el ataque, la escabechina inglesa fue monumental y el ataque
fracasó. Sumado este hecho a que el tiempo había ido pasando, las enfermedades
tropicales hicieron también gran mella en los ingleses, poco acostumbrados a
estas condiciones tropicales insalubres -De Lezo ya contaba que el tiempo
corría a su favor- y, como tampoco enterraban a sus muertos, la insalubridad
empeoraba su situación.
Tras el ataque fallido de las escalas, los
600 españoles con Blas de Lezo corriendo (¡!) al frente, pusieron a los
desmoralizados ingleses en franca huída de vuelta a sus barcos, que ya más
parecían hospitales que otra cosa, y además Vernon tuvo que hundir aún
bastantes (no le quedaba tripulación para ellos) para que no cayeran en manos
españolas.
El almirante Vernon no informó de la enorme derrota
a su vuelta, hasta que el engaño se descubrió, de forma que el rey Jorge II
tuvo que recurrir a la prohibición de que se publicase un hecho tan vergonzoso,
razón también de que la historia mundial, comandada y controlada por
anglosajones, no se hiciera eco de esta derrota tan humillante. Vernon fue
expulsado de la Marina en 1746, aunque eso no fue óbice para enterrarlo con
honores en Westminster, para despistar.
Por el contrario, al menos durante casi tres
siglos, Blas de Lezo y su gesta fueron injustamente olvidados, habiendo
merecido unos honores equivalentes a los que Inglaterra hizo con el almirante Horacio
Nelson (por cierto, con daños físicos similares; ¿habrá que ser cojo y manco
para ser héroe?). Éste sí que siempre ha sido universalmente conocido, hasta
por los españolitos, pues películas tampoco le faltaron y los ingleses bien que
lo han promovido como su héroe nacional.
Blas de Lezo falleció pocos meses después de
su gesta en Cartagena de Indias, sin haber recibido ninguna mención honorífica
por su acción, triste y olvidado; al menos, allí en Cartagena de Indias, se
erigió una estatua en su memoria.
Blas de
Lezo ante el castillo de S. Felipe
Ahora y
desde 2014 podemos verle en otra en Madrid junto a Colón en la plaza de éste,
pero aún así sigue siendo un gran desconocido (cierto es que la marina ya le
había dado su nombre a una fragata). Por cierto, los catalanes presentaron una
moción para su retirada, por lo del asedio a Barcelona en el que perdió el
brazo; es curioso que se les olvida que D. Blas no participó en dicho asedio
por gusto, sino que era militar y los catalanes se habían aliado con el bando
contrario… ¡bastante lo “pagó” con quedarse encima manco! ¡Qué dirían los
ingleses si un escocés propusiera quitar la columna de Nelson en Londres! Será
que les servía de buena excusa para demostrar su anti-españolidad… Teniendo en cuenta
que era vasco, éstos al menos no se sumaron a dicha moción, aunque tampoco le
han erigido por allá ninguna estatua, que yo sepa.
Inauguración de la estatua de Blas de Lezo en Noviembre 2014,
Madrid
Al menos, la Armada española se acordó de él
con ocasión de la celebración en Inglaterra el año 2005 de la batalla de
Trafalgar (¡estos ingleses siempre saben aprovechar bien sus ocasiones de
gloria!); dado que fueron invitadas las armadas de distintos países, incluyendo
a España, se decidió enviar al evento
junto con nuestro portaaviones precisamente a la fragata “Blas de Lezo”, cosa
que debió escocer a más de un inglés (al menos, a los escasos conocedores de
los hechos).
Fragata
“Blas de Lezo”
¿Qué tiene de especial esta gesta que no tengan
otras similares en la historia? Pues que, al haber frenado los afanes
conquistadores de los ingleses en Sudamérica, hoy se habla allí español
(en Colombia, en Venezuela, en Bolivia, en Chile…) gracias a nuestro héroe,
pues, si no hubiera derrotado a los ingleses, hoy se hablaría allí el inglés,
igual que en Estados Unidos, por mucho que las capitales hubieran mantenido su
nombre español, como Los Ángeles o San Diego… ¿Se ha reconocido esto en algún
momento? Pues no. Una pena y otra gran injusticia. ¿Cómo es posible que se haya
olvidado a quién se le debe que se hable español en casi todo un continente?
EL REY
LEPROSO
Pasando a un plano más internacional,
repasemos la historia de mi “otro héroe”, el
rey Leproso, el de las cruzadas. Creo recordar que apareció su figura en la
película “El reino de los cielos”,
como el rey enmascarado. Hay algún otro rey leproso, uno muy antiguo en Camboya
(se le recuerda en una estatua cerca de uno de los templos de Angkor) y otro
portugués, popularizado por Alberto Vázquez Figueroa en una novela del mismo
nombre. Yo me refiero a Balduino IV, al de las cruzadas.
El rey Leproso Balduino IV
El rey
leproso de Camboya
En mi opinión, es un gran desconocido y es de
los contados gobernantes en la historia que habría que poner como ejemplo, tanto por su
capacidad y condiciones de liderazgo como por encontrarse en su corta vida muy
limitado por esta enfermedad, lo que le confiere aún mucho más mérito; sobre
todo, es un ejemplo de afán de superación y valentía ante los reveses de
la vida, por lo que su memoria debería servir a cualquiera de nosotros si nos
encontrásemos –Dios no lo quiera- en circunstancias limitativas comparables,
por las razones que fueran.
Balduino era hijo del rey Amalarico y de
Inés de Courtenay ; en 1163,
cuando tenía dos años, su padre heredó el trono de su hermano, Balduino III,
pero no sin anular su matrimonio, condiciones impuestas por los nobles con
poder en el gobierno de Jerusalén, a los que la tal Inés no les caía muy bien y
no querían que fuese reina. Esto hizo que el niño Balduino creciera en
Jerusalén sin su madre, aunque Amalarico tuvo el atino de nombrar como tutor de
su hijo al historiador Guillermo de Tiro, luego arzobispo, uno de los personajes más doctos de la época.
Mapa del reino de Jerusalén, poco antes
de nacer Balduino
Fue precisamente Guillermo de Tiro quien descubrió la enfermedad del niño a la
edad de 9 años, cuando éste estaba jugando con otros niños a ver quién era más
machote aguantando arañazos y golpes y se descubrió que su mano derecha y el
antebrazo los tenía muertos. Se intentó su curación por todos los medios y los
mejores doctores, pero en vano. Se trataba de lepra lepromatosa, la peor de las lepras ; empieza con las zonas
muertas – en este caso el brazo derecho- sigue con desgaste de los huesos,
corroe extremidades (normalmente empezando por la nariz, que se cae), sigue con
los nervios de la cara (no se puede parpadear), ulceraciones y finalmente
ceguera. Y esto se sabía que iba a pasar tarde o temprano.
Se descubre la lepra en Balduino
En
1174, Amalarico muere inesperadamente de unas fiebres (probablemente, tras una
infección) tras dejar a su hijo como heredero al trono con trece años. Hasta que cumpliera los 15, mayoría de edad
entonces (probablemente porque la esperanza de vida no pasaba entonces de los
40 años), se nombró regente a Raimundo III de Trípoli.
Lo normal hubiera sido que éste fuera de hecho el rey; ¿quién querría a un rey
de 15 años leproso, con muy pocas esperanzas de vida, prácticamente ya manco?
Pues no, y esto era debido a las extraordinarias condiciones del niño, que
desde que supo lo que le pasaba, en lugar de llorar y lamentarse, se puso a
entrenar con el otro brazo, llegando a superar en destreza a los más mayores en
toda clase de lides. Además, era inteligente y sagaz, sabía negociar y alcanzar
compromisos con mayor sabiduría que otros doctos personajes en la corte. En
fin, que sólo con quince años se ganó por su porte, inteligencia y valentía a
todo el mundo y se le nombró rey como Balduino IV en 1176.
¿Cuál era el escenario en aquél momento? Pues un reino cristiano de Jerusalén
existente desde hacía 77 años, después de la masacre de Godofredo de Bouillon
tras el edicto del Papa Urbano II en 1095 y origen de las cruzadas, a base de
prometer el perdón de todos los pecados a los que participasen. Genial :
se podía pecar todo lo que se quisiera, pues con ir a las cruzadas ya estaba
uno salvo para ir al Cielo. El reino estaba rodeado al este por el imperio
selyúcida, en el suroeste por el califato Fatimí (egipcios) y sólo por el norte
una pequeña franja que era el condado de Trípoli.- O sea, una pequeña península
franco-cruzada rodeada por musulmanes por todas partes excepto por el pequeño
istmo de Trípoli.- Sin embargo, a pesar de la masacre o debido precisamente a
ella, existía bastante tolerancia tanto con judíos como con musulmanes (tampoco
es de extrañar, al estar los cristianos en franca inferioridad frente a
aquéllos en relación de 100 a 1)
Volviendo al niño-joven Balduino, ya rey: volvió con él su madre (Inés) al
haber muerto el padre y, probablemente aconsejada por ella, se le nombraron
consejeros, entre los que destaca Reinaldo de Chatillon, antimusulmán declarado
y futuro azote de los mismos, enemigo acérrimo después de Saladino.
En Noviembre de 1177, Saladino decidió
ponerse en marcha con 30000 guerreros de todas las estirpes en modo apisonadora
marchando contra Jerusalén; suponía que no iba a encontrar resistencia, dada su
aplastante mayoría y tener enfrente solamente a un niño-rey leproso. Al llegar
Saladino en su avance a Ascalón (donde hoy está la franja de Gaza),
Balduino, con 500 cruzados, unos pocos miles de infantes y 80 templarios, se
preparó para hacerle frente, pero al ver el panorama, sabiamente decidió
dejarlo para mejor ocasión y se volvió a Ascalón.- Saladino así aún se
confió más; pasó de largo y volvió con su apisonadora hacia Jerusalén. La
ocasión le llegó a Balduino en la colina de Montsigard, donde, con Reinaldo al
frente y con nocturnidad y alevosía, lograron desbaratar a los musulmanes; éstos no supieron reorganizarse, con lo que
los francos aislaron diversas facciones musulmanas y las fueron eliminando.
Además, las tribus beduinas enfrentadas a Saladino aprovecharon la ocasión y
terminaron de rematar a las tropas de éste (quien efectivamente se libró por poco
de que lo mataran unos cuantos cruzados) y lo dejaron con unos efectivos de
sólo el 10% de los que tenía al principio. Triunfo arrollador y buenos créditos,
pues, para Balduino y Reinaldo. Y un año de paz, tiempo que Saladino necesitaba
para reorganizarse.
Balduino empeoraba de su enfermedad, por lo que decidió que había que preparar
su sucesión casando a su hermana Sibila con Guido de Lusignan y preparar a éste
como regente, pero Guido no estaba bien visto por la corte (luego se demostró
que con razón, pues era el reverso de la moneda de Balduino en cuanto a carácter),
con lo que Balduino se ciñó los machos y continuó reinando pese a sus
limitaciones.-
En 1179, Saladino ya se vió
con fuerzas y atacó la fortaleza de Le Chatellet, obligando a rendirse a la
población y contaminó los pozos con los cadáveres de los cristianos. Sin
embargo, no pasó de ahí, pues el hábil Balduino acordó con él una tregua de 2
años, tregua que no se respetó al final por ninguna de las partes,
especialmente por parte de Reinaldo, quien no paraba de incordiar a los
musulmanes, atacando caravanas, correos y mensajeros del Islam, evitando flujos
de información a Saladino. Éstos secuestraron a su vez unos barcos cristianos
que venían con avituallamientos a Tierra Santa e hicieron 1600 prisioneros, por
lo que los refuerzos no llegaron como estaba previsto.
En 1182, Saladino lo volvió a intentar. Balduino se enteró y el 15 de Julio le
volvió a frenar en Le Forbelet. Hacía un calor insoportable, por lo que muchos
morían antes de insolación que de la batalla, pero, aún así, Balduino, al
frente personalmente de las tropas, volvió a ganar la partida, pese a su
inferioridad numérica . Encima y en estas condiciones, recorriendo más de 300
km., sitiaron la fortaleza musulmana de Al-Jabis Jaldak y la obligaron a
rendirse.
Con
este bagaje, el fervor de los cristianos hacia Balduino ya fue total. Todo el
mundo rezaba por él, que siguiera en el trono, pero la lepra no perdona y
Balduino ya no podía usar ni manos ni pies y estaba empezando a quedarse ciego.
Pero su espíritu seguía incólume.
En
1183, con 22 años, nombró regente al tal Guido, quien demostró cobardía ya en
la primera campaña que tuvo. Más tarde, con ocasión de la boda de la
hermanastra de Balduino en la fortaleza de Kerak, Saladino se dijo eso de “ésta
es la mía” y con un gran ejército y 8 catapultas se presentó también a la boda.
Guido estaba entre los invitados y renunció a enfrentarse a los musulmanes. Balduíno
se enteró en Jerusalén de este hecho, montó en cólera, depuso a Guido
inmediatamente como regente y marchó con sus tropas hacia Kerak (por cierto, ya
no podía montar a caballo y lo llevaron en una litera atada a dos caballos),
obligando a Saladino a levantar el sitio y entrando en la ciudad de nuevo como
rey (desfigurado, sin manos ni pies y casi ciego…)
Fortaleza
de Kerak
A
finales de 1184, Balduino
ya se estaba muriendo entre infecciones y fiebres. Aún así, y para que no
hubiera dudas, celebró una ceremonia de coronación de su sobrino –también
Balduino, de 5 años- como su sucesor, volviendo a nombrar a Raimundo III de
Trípoli como regente. En Mayo de 1185 falleció
sin haber cumplido los 24 años, cuando parecía que había vivido ya una larga
vida. Fue enterrado cerca del monte Calvario.
A partir de ése momento, las cosas empezaron a ir de mal en peor: el joven sobrinito
murió al año siguiente con 6 años.
Todo esto propició que el mencionado Guido
y su mujer Sybila maniobrasen quitando del trono a Raimundo, pero la mayoría de
los súbditos no estaban muy de acuerdo, creándose dos facciones, los guidistas y los raimundistas, dividiendo el reino. La ocasión entonces sí que
la pintaban calva para Saladino, quien la aprovechó. En 1187, en la batalla de
Hattin, apresó a Guido, pidiendo un multimillonario rescate por él (que a nadie
interesó pagar, por cierto). Apresó también a su acérrimo enemigo Reinaldo, al
que mandó ajusticiar públicamente todo lo sanguinariamente que pudo. Raimundo de
Trípoli murió acto seguido de enfermedad, acusado encima de haber abandonado al
“pobre” Guido a su suerte. No quedó, pues, nadie capaz de hacer frente a
Saladino, con lo que éste al fin pudo invadir el reino cayendo Jerusalén a
finales de ése mismo año 1187.
En la tercera Cruzada, Ricardo Corazón de León reconquistó algunos de los
territorios, Acre en particular, lo que permitió una supervivencia limitada del
reino otros 100 años, hasta que Jerusalén ya cayó definitivamente en 1291.
Resumiendo, Balduino IV, a una edad poco mayor que la adolescencia, con las
espantosas limitaciones de la lepra, fue capaz de pararle los pies a Saladino
en todas las ocasiones en que se enfrentaron. Sólo después de muerto Balduino, Saladino,
que no era un don nadie precisamente, pudo entrar victorioso en Jerusalén; no
pudo jamás, pues, con el rey Leproso…
Que nos sirva a todos de lección de
humanidad y capacidad de superación y quede en la memoria para siempre.
¿Se puede considerar héroe a Balduino IV? Yo
pienso que sí; pese a la película, es otro gran desconocido de la historia. No
sé si existe alguna estatua que le recuerde, pero me temo que no.
¿Se nos ocurre algún otro ejemplo de héroe en
los tiempos que corren? Pese al crecimiento exponencial de seres humanos desde
entonces, me temo que la cantidad de héroes no ha florecido de la misma forma;
será que sólo se pueden contar con los dedos de las manos del rey Leproso… se
me ocurre que quizás Teresa de Calcuta o alguien similar. Quizás por eso ahora tienen tanto éxito los
héroes de las series de ficción (¿Águila Roja?); a falta de otros…
O quizás sea que simplemente los anhelamos.
Probablemente también nos gustaría que
nuestros líderes fueran un poco héroes, ¿verdad que sí? ¿Os imagináis como
héroes a ésos en los que estáis ahora pensando?
KS, Abril 2015
Lo primero, cómo no, mi gratitud por la dedicatoria implícita. Efectivamente, hay muchos héroes anónimos -siempre los hubo y los habrá- No hacen falta hechos que salten a primera plana; si uno gira la vista, se encuentra sin problema con alguno en la vida cotidiana, pero, por desgracia, eso se tiene en general por normal; no hay, aparentemente, ningún acto destacable en su existencia porque solo se suele mirar lo externo; pero ¿y los valores de esfuerzo, constancia, aceptación de algo íntimo que condiciona una vida y la transforma radicalmente? En fin, todas las batallas diarias que cada uno libra contra corriente sin desmayar o decayendo muchas veces, pero volviendo a levantarse. Todo lo malo es malo e imposible de cambiar a bueno porque se refiere a un determinado hecho o circunstancia anormal; pero lo que SÍ se puede variar es LA ACTITUD ante esa 'maldad' y, al menos, ese intento de cada uno es el que cambia la percepción. No es fácil, pero ES POSIBLE. Gracias al Cielo,
ResponderEliminartambién siempre, ha habido, hay y habrá personas que se dan cuenta de los valores de otros y los destacan. Como escribió Campoamor: "...todo es según el color del cristal con que se mira".
Sí, Rafa; hace algún tiempo leí un libro relacionado con la vida del "Rey Leproso" y me impactó (es de este libro de donde he sacado básicamente las informaciones que figuran en el artículo).
EliminarEn este caso, la "maldad" a la que te refieres también le apareció desde niño. Lo "normal" hubiera sido que este personaje, a medida que iba creciendo y siendo consciente de sus limitaciones, se hubiera "eclipsado" y hubiera desaparecido de la historia bien pronto. ¿Qué hubiera pasado entonces? Pues que a la vista de los personajes que rodeaban al niño-rey, Saladino hubiera conquistado Jersusalén mucho antes...
Pues bien, el niño fué capaz de desarrollar sus aptitudes tanto físicas como intelectuales hasta tal punto que nadie dudó que debía ser rey y además demostró que era capaz de enfrentarse con astucia y en inferioridad de condiciones a un Saladino que tampoco era manco precisamente. Y no sólo eso, sino que se ganó el cariño y el respeto de sus súbditos por sus actos y, en mi opinión, su temple y actitud frente a la vida son ejemplares y deben servir de acicate a cualquiera de nosotros que estuviésemos en circunstancias comparables.
¿Tengo que aclarar a quién me recuerda?