... por Kurt Schleicher
Este cuento pretende ser un contrapunto
al que se ha publicado recientemente en este blog en “Novedades” y titulado “Adiós, muchachos”, enviado amablemente
por Paco Menchén.
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Madrid, 2045.
El Baloncestista
se sentía muy contento aquella mañana algo gris al salir con paso ágil del
portal de su casa.
Los
recuerdos se le amontonaban en la memoria, pues los últimos treinta años de su
vida habían resultado ser toda una nueva experiencia; ¡cómo había cambiado
todo!
En
cualquier caso, se sentía íntimamente contento, pues se dirigía a un acto que
se iba a celebrar en “su” Ramiro, en un pequeño homenaje que le permitiría de
nuevo disfrutar de la compañía de sus compañeros y amigos de tantos años. Era
curioso: estaba algo hastiado de muchas cosas, pero de mantener ésa maravillosa
unión que se había ido gestando desde aquél ya lejano año de 2011 no se sentía
realmente cansado; le infundía nuevas fuerzas y le mantenía con cierta ilusión
juvenil. ¡Claro! ¡Y tan juvenil! Como que cada vez que sucedía algo que le
retrotraía a su infancia y juventud, los noventa y ocho tacos que ya llevaba
acumulados ni se sentían.
Se
sonreía para sus adentros cuando recordaba lo que los últimos avances
tecnológicos habían hecho posible; todavía no se había acostumbrado.
Lo
primero que tenía que hacer era llamar a un “i-taxi” desde su “imupod” (es decir, ipod de muñeca para
los no entendidos). Hacía ya muchos años que no iba en su coche, como a él le
gustaba, pues ya no era posible hacerlo. Madrid se había convertido en una urbe
compuesta por varios círculos concéntricos; el central correspondía a la
antigua “zona centro”, donde estaba absolutamente prohibido tocar ni un
edificio, pues ya todos se habían convertido en museos. Todos contenían algo;
pasarse por la “nueva zona centro” se había convertido en toda una experiencia
cultural. El segundo círculo o cinturón era extraordinariamente amplio, y es
donde vivían especialmente la ingente cantidad de jubilados que no habían
podido –o querido- desprenderse de sus hogares. El tercer círculo estaba
compuesto por nuevos edificios “inteligentes” dentro de colonias de nuevas urbanizaciones
aprovechando los terrenos que quedaban entre las ya existentes de chalets,
rellenando los “huecos” más aprovechables. La verdad es que conformaban un
aspecto algo extraño, pues la mayoría de estas urbanizaciones contenían
jardines amontonados en dos dimensiones (ancho y alto), para compensar en
cierta forma el haberse comido campo y zonas arbóreas que desgraciadamente
habían ido desapareciendo, excepto en aquellas zonas que ya fueran muy densas
(en particular en el oeste y norte, que mantenía sus pinares).
A su llamada, al poco tiempo apareció su “i-taxi”; era un vehículo pequeño en
forma de huevo en el que cabían un máximo de 4 personas, como los antiguos
coches. No llevaba conductor, no hacía falta, pues el vehículo era
perfectamente capaz de marchar solo por las vías virtuales existentes.
Se acomodó relajadamente en su interior.
-
A la calle Serrano 127, por favor – le dijo al
micrófono a la vez que mantenía su imupod
abierto, para el debido control del recorrido. En teoría no hacía falta decirlo,
pues el destino ya lo había marcado en el imupod,
pero no había llegado a acostumbrarse a eso de subir al i-taxi y no decir ni pío…
Miró a su alrededor;
siempre le asustaba ver tanto vehículo como el suyo yendo de un lado para el
otro sin nadie que lo guiase; ¡mira que si algo fallara! Alguna vez se cruzaba con otros vehículos
similares para grupos más grandes de más de cuatro personas con varios destinos
que informáticamente se optimizaban, lo que indudablemente era menos cómodo. Ya
había desaparecido el transporte terrestre de vehículos con conductor; quedaba
el metro, que también se había ampliado mucho, que asimismo marchaba con total
automatismo, aunque se habían mantenido unos cuantos conductores para
eventuales emergencias.
Cómodamente sentado
en el interior del vehículo –eléctrico, naturalmente- podía inhibirse de lo que
sucedía a su alrededor y reflexionar.
¿Cuál había sido la mayor
revolución en los últimos años? Pues una que a él y a los de su edad les había
llegado justo a tiempo: la revolución de los “spares”, anglicismo que significaba “repuestos”. Todo empezó
curiosamente con el auge de las impresoras en 3D; primero solamente valían para
juguetitos de plástico o esculturas imitando lo que se les introdujese con
varias fotografías, pero poco a poco se fueron desarrollando como potenciales
fuentes de fabricación de corazones artificiales y de algunos órganos del
cuerpo humano, pero era evidente que eran “artificiales” y que se precisaban
complejas operaciones y no sin cierto riesgo.
En cierto momento
apareció un tipo, un especialista en genética, al que se le ocurrió tomar
muestras del ADN de un determinado individuo y desarrollar con la ayuda de una
empresa (que después tuvo también un auge enorme) especializada en la fabricación
de tejidos prácticamente idénticos a los humanos, en los que podrían crecer una
especie de células artificiales, unos tejidos “casi vivos” y que ya no eran
rechazados por el cuerpo humano y se integraban con él. De esta forma y con la
ayuda de ciertas impresoras 3D especiales, era posible duplicar cualquier parte
del cuerpo, primero y más fácilmente las “estructurales”, pero ya se había
comenzado con las “funcionales”. Evidentemente, el cerebro era irremplazable,
por lo que su cuidado se había convertido en la “prioridad 1” de cualquier
miembro de la “tercera edad” que se preciara. Él mismo se había aprovechado de
ello y sus articulaciones habían vuelto a tener unas capacidades que ya habían
perdido…
Aquello fue una revolución mucho mayor que
en su día la de la píldora y similar a la otra, más reciente, la de la casi
desaparición del cáncer, que se esperaba que despareciera en breve lo mismo que
en su día la tuberculosis o la viruela; ¡la esperanza y sobre todo la calidad
de vida habían dado un salto enorme!
Como siempre pasa, no es oro todo lo que
reluce; los expertos en robótica también habían sabido aprovechar los nuevos
materiales y medios, fabricando robots de apariencia muy humana, hasta tal
punto que de lejos casi ni se diferenciaban. Pero el “intelecto” o IA
(inteligencia artificial) no se había desarrollado con la misma velocidad, por
lo que no dejaban de ser máquinas con nula iniciativa, pero que, en fin, podían
hacer un mínimo servicio que no requiriese más que una programación previa. Una
especie de criados tontos, vamos, y con los que obviamente no se podía
discutir.
Sin embargo –siguió reflexionando- lo que le
estaba dando miedo era que si la familia como núcleo social ya estaba algo
tocada de ala, a partir de ahí fue a peor. Muchos jóvenes o menos jóvenes ya no
querían ni emparejarse; ¿para qué? Teniendo servicio doméstico y hasta sexual,
la cantidad de matrimonios y hasta de parejas de hecho comenzó a sufrir un
nuevo declive. ¿Dónde habían quedado los sentimientos? Como también se habían
desarrollado las llamadas “drogas del placer” y las “drogas emocionales” y los
servicios por internet eran capaces de ofrecer personas de uno y otro sexo ya
escocidas con su pareja por el auge de los “robots humanoides”, la familia
empezaba a ser algo “anacrónico”.
Se estremeció; ¿cuál sería el futuro de sus
nietos y bisnietos? El otro día, su nieto mayor le preguntó:
-
Abuelo, ¿Qué significa “autenticidad”? ¿Y qué es el
“honor”? ¿Para qué sirven?
Le fue difícil
contestar, limitándose a mascullar con gesto confuso.
-
… pues es algo
bueno que estamos perdiendo, hijo mío…
El Baloncestista se acordó de su grupo, de
sus afines; al menos, ahí quedaba todavía bastante “autenticidad”…
Con todas estas disquisiciones, no se había
dado casi ni cuenta que el vehículo ya había llegado a su destino y estaba
esperando pacientemente a que se dignase desembarcar. El pago iría
automáticamente a su “i-cuenta”…
Mirando la puerta y el camino de la entrada
con las viejas marquesinas de Eduardo Torroja milagrosamente incólumes (estaban
protegidas), el Instituto Ramiro de Maeztu no parecía haber cambiado tanto,
aunque los interiores ya no eran los mismos; las viejas pizarras ya hacía
tiempo que habían desaparecido, reemplazadas por pantallas gigantes y sus
correspondientes conexiones. Sonrió: los parvulitos ahora se familiarizaban
antes con los medios informáticos que con la lectura, si bien en eso la
disciplina del Ramiro pretendía ser férrea: ¡había que saber expresarse
correctamente! Lo que había caído en desuso eran aquellos cuadernos de
caligrafía de hace un siglo que parecían pentagramas…
Con paso decidido se dirigió hacia el
edificio principal; el hall se había convertido en un lugar abierto lleno ya de
placas conmemorativas en las paredes, tantas que resultaba abrumador verlas
todas juntas. La tradición se había conservado, pese a que las placas más
recientes se habían convertido en pantallitas conmemorativas incorporando una
breve presentación que se repetía hasta el infinito; para escucharla, bastaba
acercarse y conectar el imupod u otro
medio equivalente.
Precisamente ése día había convocado un
encuentro-homenaje en el hall con sus queridos compañeros y de hecho ya habían
ido llegando unos cuantos. Uno de los dos homenajeados era El Fundi (apodo que no le gustaba nada al interfecto,
pues era un nombre de torero famoso y siempre había odiado las corridas de
toros por el sufrimiento hacia los animales). Lo de “Fundi” venía a cuento como
apócope de “Fundador”, pues en cierta manera era el fundador o iniciador de la
idea del grupo de la Promo 64. Allí estaba, sonriente y serio a la vez; era uno
de los que menos habían cambiado en aquellos 90 años, pues parecía un calco a
escala de cuando era niño (¿se habría conservado en formol?). El homenaje era
doble, pues también incorporaba a nuestra Angel de la Guarda, como la
llamábamos cariñosamente, por sus más de 30 años de dedicación a la historia
del Ramiro junto con el Fundi y que ya formaba parte integrante con todo
merecimiento de nuestro grupo; allí estaba también, y el baloncestista se
dirigió raudo hacia ella estampándole dos sonoros besos en las sonrosadas
mejillas. ¡Qué guapa estaba!
No muy lejos detectó al Naranjero, apodado
así por sus famosas naranjas en su terruño de Murcia, de las que de vez en
cuando nos traía unas cuantas (en Madrid ya sólo se vendían liofilizadas; qué
pena…). Tampoco estaba inactivo pese a los años, pues trabajaba de asesor en
una empresa de detectives como especialista en descubrir el paradero de
personas desaparecidas. Había mantenido su “olfato” incólume… ¡Cuánto le
debíamos todos, pues a la mayoría del grupo los había ido detectando él…!
Enjuto y con algo menos de pelo, tampoco había cambiado mucho. Seguía también inventando
y descubriendo historias perdidas del Ramiro.
También vio inmediatamente a otro de los
fundadores del blog; no era difícil reconocer a Sagan, nuestro prolífico
escritor, con su pelambrera blanca cayéndole por la frente tratando de tapar
sus pobladas cejas. Le llamábamos así porque había salido recientemente a la
venta su 12º libro de la exitosa serie que había iniciado con una duquesa del
mismo nombre; el último se titulaba “El
biznieto de Sagan”. Hasta había superado a series famosas del pasado como
“Caballo de Troya”; si es que, cuando un personaje “cala”, la saga (mira qué
casualidad: la saga de Sagan…) se va manteniendo, igual que aquella otra serie
de películas con el actor aquél de la boca torcida (“Rocky 2”, “Rocky 3”,
etc…). Parece que los editores estaban contentos con tanto Sagan…
No muy reconocible estaba allí el Aeronauta,
pues compitiendo en calvicie con el Baloncestista, se había dejado tentar por
las ofertas de la cosmética más actuales y se había dejado implantar una lacia
y larga peluca rubia (un poco ridícula, en opinión del Baloncestista). Entre
ésta, su aspecto germánico, su barba blanca, su tez curtida y su sempiterno
aspecto robusto, parecía el dios Thor de los Vikingos, sólo que sin martillo;
en vez de éste, llevaba su eterna cámara fotográfica. El Baloncestista sonrió,
pues acababa de subir al blog la vigésima versión de la Orla… Parece ser que no
le gustaba mucho aquello de Aeronauta, pues decía siempre que tras tantos años
liado con los aviones, ya no quería saber mucho de ellos y dedicarse a otras
cosas, pero en el fondo eso no era del todo verdad. Conocidas eran sus
aportaciones al blog, a cuál más extraña… Se había hecho muy amigo del Filósofo
y sus comentarios mutuos parecían no tener final.
Juntos, pero no revueltos, en el fondo del
Hall estaban los valencianos, el Largo y el Ancho. Seguramente estaban
intercambiándose fotografías de los nietos y bisnietos, pues ambos eran muy
tradicionalmente familiares. El Largo también era muy prolífico y siempre
aportaba sin descanso cosas al blog y el Ancho mantenía su aspecto paternal con
aquella abundante melena blanca, como le habíamos conocido después, ya que, al
revés que con el Fundi, era difícil reconocerle en fotos de niño.
En cuanto le descubrió, se acercó a hablar a
su compañero de pupitre el Resurrecto (no confundir con insurrecto, por favor).
Motero empedernido, le habían hecho polvo con la prohibición en Madrid del
tráfico privado, ni siquiera para vehículos de dos ruedas, pero él se había
quedado con una moto antigua para disfrutar de vez en cuando con una escapadita
por el campo. Era uno de los pocos que no había tenido que echar mano a casi
ninguno de los “repuestos” y se encontraba bastante en forma pese a la edad.
Conservaba su magnífico timbre de voz y de vez en cuando nos deleitaba con
canciones “de nuestros tiempos”…
A su lado, inconfundible por su roja
pelambrera, su aspecto británico, por su altura y por no parar quieto ni un
momento, se encontraba otro miembro muy activo del grupo, cuyo apellido le
hacía gala a su aspecto, por parecer un hijo de la Gran Bretaña. Como esto
sonaba muy mal, procurábamos evitar bromas al respecto, y eso que estaba dotado
de un enorme sentido del humor…
Más adelante, saludó efusivamente a otro
compañero por el que sentía gran aprecio, el Flojeras. Ya hacía tiempo que no
le veía y había estado preocupado por su salud, de forma que en cuanto le vio,
se llevó una sorpresa mayúscula. ¡De “flojeras”, nada de nada! Alto, robusto,
con un aspecto de salud que se le escapaba por los poros, ¡estaba realmente
irreconocible! Estaba claro que en su situación estaba perfectamente
justificado el uso extenso de las nuevas tecnologías, pues debía estar lleno de
“spares” por todas partes; lejos
quedaban ya los tiempos de sufrimiento por sus limitaciones físicas con las que
había tenido que convivir toda la vida. Se le veía muy contento; además, sus
últimos libros de poesía acróstica dedicados a los famosillos de Madrid (que
seguía habiendo), se habían hecho enormemente populares y los susodichos se lo
rifaban para aparecer en sus libros.
No lejos estaban Javi y Nico, muy amigos en
la infancia y que ahora, de veteranos, siempre disfrutaban de su mutua
compañía. Los dos seguían realmente en activo, pues el primero estaba metido de
asesor energético para el desarrollo del Tercer Círculo de Madrid y el segundo
continuaba, aunque con más relajo, con la emisión y corrección de nuevas leyes
y su adaptación al nuevo entorno social. El trabajo no paraba de acumulársele,
lo que no era extraño, pues en aquél loco 2045 las últimas generaciones
parecían estar realmente necesitadas de un poco más de orden y de resurgimiento
de valores morales algo más tradicionales.
La situación del país se había ido
arreglando, pero de nuevo se había deteriorado; el efecto del incremento de
jubilados no llegaba a compensarse con el aumento de la edad de jubilación, que
ya andaba por los 80 años, dado que el incremento del nivel de salud de los
mayores había sido descomunal en los últimos años. Por otra parte, sin embargo,
con el incremento de la esperanza de vida a un valor medio de 115 años (estaba
previsto llegar a los 120 años en 2050), la cantidad de jubilados activos había
aumentado todavía en mayor proporción que los afiliados a la S.S. (al ritmo
actual, cada trabajador tenía que ser responsable de 3 jubilados). Ya se estaba
hablando de elevar la edad de jubilación a los 85 años… brutal. Sin embargo, en
ése aspecto desde luego que se había mejorado mucho en los últimos siglos, pues
en la revuelta España de finales del siglo XVIII, sin ir más lejos, la
esperanza de vida rondaba los 40 años; es decir, en dos siglos y medio, casi se
había triplicado. ¡Increíble! Afortunadamente, se había logrado desarrollar una
agricultura de crecimiento rápido (la famosa ACR), lo que unido a los alimentos
transgénicos permitía pensar en que se podría seguir alimentando a tanta
población, pero… ¿hasta cuándo? En los
nuevos jardines de varias alturas, muchos habían desarrollado su pequeño
huertecito particular en lugar de flores, lo cual, junto a la ACR, permitía
poder saborear ocasionalmente algún que otro tomate con un poco de sabor…
-
“Afortunadamente, lo del incremento de la edad
de jubilación ya no le afectaba a nuestra Promoción”, - pensó el Baloncestista
para sí, pero a sus hijos a nietos, ya era otro cantar.
Eso le recordó la
revolución de los pisos; con tantos miembros de la tercera edad que no querían
dejar su zona “de siempre”, se había forzado a los dueños de viviendas antiguas
a trasladarse al Tercer Círculo, de forma que el segundo quedaba para uso y
disfrute de los veteranos. El resultado: que el segundo Círculo de Madrid se
había convertido en una “ciudad de viejos”, por el que se veía pasear a
infinidad de viejetes, eso sí, en general con muy buen aspecto.
Todo eso redundaba
en que el oficio de médico estaba en baja, pues los achaques de los mayores se
habían reducido notoriamente y las consultas por internet se habían
multiplicado. Eso comentaba nuestro Doctor, que seguía dedicándose a los medios
de comunicación y a su Estudiantes, pero de médico ya ejercía más bien poquito.
No faltaron esta vez
nuestros tres generales; ¡casi nunca los veíamos juntos! El Baloncestista, al
verles, pensaba que nunca les había visto de uniforme; se lo tendría que pedir
para la próxima vez o hacer una quedada en ambiente militar, a ver si había
suerte…
No podía faltar su compañero de siempre,
“el otro Baloncestista”, al que le dio un fuerte abrazo al verle. Le habían
asignado el mote de Omar, no porque fuera árabe, sino porque tenía un cierto
parecido a Omar Sharif, el ya por siempre “Dr. Zhivago” de la película. Tenía
un excelente aspecto y se movía ágilmente entre los invitados.
No faltaba tampoco
con su enorme sonrisa (no era de extrañar, pues era dentista) el otro cantante;
era curioso que de jóvenes le dieron un mote relativo a cierto plantígrado por
su aspecto y “fiereza”, cosa que no parecía muy compatible con su franca e
inocente sonrisa actual.
Se le ocurrió de
golpe una idea, cogió al “Oso” por un brazo y al Resurrecto por el otro,
soltándoles:
-
De hoy no pasa que forméis un dúo; cuando termine el
acto, ¿por qué no nos cantáis unas rancheras?
Los
dos aceptaron de buen grado.
La verdad es que no podía quejarse de su
poder de convocatoria, pensó con satisfacción. También estaban por ahí el
Maestre de escritores, nuestro Tino (no parecía muy apropiado llamarle por su
diminutivo a sus años) de Gambia, D. Pelayo, dos de los Torreblancas, el
Portugués, siempre contento,… y bastantes más.
Tras departir con unos y con otros (¡qué
momentos más deliciosos!), dio comienzo el acto.
La placa conmemorativa en esta ocasión no era
ninguna plateada, sino una pantalla poliédrica en la que aparecían nuestra
Ángel y el Fundi en breves instantes
durante cada uno de los múltiples actos en esos 30 últimos años en los que
habían estado sin faltar a ninguno de ellos. Habían llegado hasta a fundar una
biblioteca, tantos eran los documentos de todo tipo que habían encontrado
relacionados con nuestro Ramiro de Maeztu.
Como no podía ser de otra manera, nuestro
Fundi se ajustó las antiparras (era la primera vez que le veíamos con gafas),
tosió un poco para aclararse la voz y comenzó una breve disertación.
-
Queridos amigos: más de 30 años nos contemplan… y no
sé qué habrán visto en nosotros, pero el caso es que nos han respetado. Durante
todo este periodo, la página “Los que ya
no están” de nuestro Blog no ha tenido (afortunadamente) ninguna entrada y
espero que así siga siendo por todo el tiempo que sea posible. Nuestro entorno
ha cambiado mucho en estos años, pero precisamente eso ha causado que nuestros
lazos se hayan hecho probablemente todavía más fuertes, pues seguimos siendo
auténticos; somos eso, los “auténticos y genuinos” miembros de la Promo 64 y
quién sabe si no formamos ya una piña aparte en todo este mundo al que ya no
terminamos de reconocer, pese a sus ventajas y al gran regalo que nos ha
proporcionado: nuestra supervivencia.
Como ésta parece que
va para largo – no hay más que vernos – os propongo que vayamos ya pensando en
celebrar nuestro Centenario, pues sólo faltan 19 años de nada para llegar al
2064. Ya sabéis que ahora los años parece que van pasando mucho más deprisa, de
forma que lo mismo nos despistamos y nos pasamos ése año de largo, así que no
dejemos para mañana lo que se pueda hacer hoy.
- Nuestra Ángel y yo – el Fundi la miró con
afecto haciendo que aquélla se sonrojase un poco forzando como pudo una leve
sonrisa – seguiremos estando aquí en nuestro Ramiro de siempre todo el tiempo
que Dios quiera, pues tal parece que está muy ocupado y que no tiene demasiada
prisa en llamarnos con Él. Y lo mismo parece que va por todos vosotros; ¡qué le
habréis hecho para que no tenga ninguna gana de veros en sus cercanías! – no pudo
por menos que soltar la pequeña broma, pese a lo serio que se mostraba siempre.
Al terminar, el
Baloncestista se levantó y les dio a ambos un público abrazo de afecto. A más
de uno se le estaba cayendo una lagrimita al ver la escena.
Desde allí y
manteniendo a los dos abrazados, se dirigió a todos y con voz ronca dijo:
- Queridos amigos, quedáis todos convocados el
mes de Mayo de 2064 para celebrar los actos de nuestro Centenario de la
Promoción, lo que no es óbice ni valladar para continuar manteniendo
nuestros contactos periódicos, que ya os iré avisando oportunamente.
También aprovecho
para comunicaros que acabamos de superar el listón de los 2 millones de visitas
a nuestro Blog, cosa que tampoco es de extrañar, con la marcha que llevábamos.
Asimismo os anuncio
que probablemente en este mismo año y por sugerencia de nuestro Aeronauta,
haremos un viaje alrededor del mundo en el nuevo avión de cabina “transparente”
que acaba de salir al mercado y que nos permitirá ver nuestro mundo en toda su
extensión a la vez que volamos; será algo inolvidable. Los que padezcan de vértigo, que se lo
piensen dos veces… - sonrió y miró a todos con afecto.
-
Y sin más que
añadir, se cierra el acto. ¡No olvidéis que tenemos aquí al lado un concierto
con nuestro dúo “los Resurrectos”!...
KS, Abril 2015,
perdón, Mayo 2045.
NOTA: cualquier
parecido de los personajes de este cuento con personas reales sería una “total
y absoluta CASUALIDAD”, por supuesto.
Con el mensaje subyacente no estoy muy de acuerdo. Para mí, cualquier tiempo pasado es, siempre, muchísimo peor. Sin excepción.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarCualquier tiempo pasado quién sabe si fué peor,
Eliminarpues de todo hubo, en la viña del Señor...
Mucho me agrada este cuentecito, escrito con tanto sentido del humor y que nos da tantas esperanzas. O sea, que dentro de treinta años estaremos en la mejor forma, física e intelectual, disfrutando de nuestra mutua compañía. También me satisface el ejercicio imaginativo de proyectar hacia el futuro inmediato algunos de los logros tecnológicos del presente.
ResponderEliminarSin embargo –¡ah, sin embargo!– me temo que un futuro tan complejo no va a resultar posible.
En primer lugar, nos encontramos con que entonces habrá en España cantidades ingentes de jubilados centenarios mientras que los jóvenes cada vez más renunciarán a formar familias, y supongo que a tener hijos que lleguen a ser cotizantes de la Seguridad Social, a lo que hay que añadir que la proliferación de robots y artilugios automáticos eliminará multitud de puestos de trabajo, lo que revertirá seguramente en el aumento de los demandantes de empleo entre los humanos que quieran dedicarse a una actividad productiva, de donde se sigue que el mantenimiento de tanta población pasiva y envejecida sólo se podrá atender, si es que la economía crece gracias a los robots, expropiando la plusvalía a los capitalistas y efectuando entre los menesterosos un reparto equitativo de los beneficios –el sueño de Marx– a lo que los ricos se opondrán con todas sus fuerzas, que no son pocas, ¿qué veremos, masas de famélicos o revoluciones sangrientas?
En segundo lugar, que yo sepa, no existe ninguna solución tecnológica que esté en condiciones de sustituir al menguante petróleo en algún momento durante los próximos treinta años (si la hubiera, ya habría dado señales de vida), así que ¿de dónde se sacará la energía necesaria para mover los taxis eléctricos, regar los jardines verticales, responder a las exigencias energéticas de las megalópolis y permitir la agricultura de crecimiento rápido?
Lamento que mi pesimismo pueda defraudar tantas esperanzas, pero quizás cualquier tiempo pasado no haya sido muchísimo peor que el futuro.
En el cuento ya cuento (uf, esto debe ser una cacofonía) que se produce un deterioro en la sociedad tal como indicas, obligando a subir la edad de jubilación a los 80 o más años, lo que no tiene ninguna gracia.
EliminarEn cuanto a lo del petróleo, veo que sigues preocupado por su escasez a corto o medio plazo. No te preocupes, pues ya sabrás que ahora hay tantos intereses creados alrededor de él que se está impidiendo el desarrollo de nuevas fuentes de energia; cuando "alguien" se dé cuenta que se acaba de verdad y le empiece a ver las orejas al lobo, se dará luz verde a la financiación de fusiones frías, mayor empleo del hidrógeno y hasta se sacará energía de la antimateria, aunque esto último es tan peligroso que igual nos vamos al otro barrio. En tal caso, todo eso de la esperanza de vida a los 120 años se nos iría al garete de un plumazo.
En fin, seamos optimistas, que es lo que pretendía infundir con el cuentecito, amén de provocar unas cuantas sonrisas. ¡Mira que sóis!
Kurt, estoy algo confundido: ¿eres un imaginativo escritor aficionado a la filosofía, un sesudo filósofo que tiene grandes conocimientos de física teórica, un experimentado físico que ama la fotografía, un versátil fotógrafo a quien le encantan los aviones o, (¿finalmente?) un reputado ingeniero aeronáutico que disfruta escribiendo relatos futuristas?
ResponderEliminarR.Rebollo
Querido Rafa: muchas gracias, pero creo que sobran todos esos amables apelativos que me dedicas. Se me ocurre que podríamos dejarlo mucho más reducido, dejando sólo el principio y el final: "imaginativo que disfruta escribiendo" y que si lo hago aquí es para que todos vosotros paséis un buen rato y arrancar alguna sonrisa que otra.
EliminarTodo lo demás son aficiones que he ido desarrollando tras 50 años (o 60 si cuento los años de niñez) de convivencia con los aviones, cosa que me parece es ya más que suficiente y que hay que dedicarse a otras cositas.
Espero con esta simplificación haber podido eliminar tu confusión...