miércoles, 18 de octubre de 2017

MIS RECUERDOS DE CATALUÑA

...POR MANOLO RINCÓN


Dada la actualidad del tema dejo una parte del texto que dedico a Cataluña, dentro de las Memorias que voy escribiendo, por si algún compañero está interesado en el tema.
Mi primer contacto con Cataluña se realizó en abril de 1.964, cuando nos dirigíamos en autobús camino de la Costa Azul dentro del viaje de estudios del curso Preuniversitario del “Instituto Ramiro de Maeztu”. Al entrar en tierras catalanas me sorprendió ver un cartel en catalán, que rezaba “25 anys de Pau”. 


Se celebraba aquel año el 25 aniversario del final de la Guerra civil y el Régimen lo aireaba a bombo y platillo. Mi sorpresa fue el empleo del catalán en este anuncio, ya que yo suponía restringido su uso solo a los pueblos de la Cataluña profunda.
Al llegar a Barcelona, también me pareció extraño el oír hablar catalán en las calles por parte de la gente y en el hotel igual. Este primer contacto me hizo ya pensar que una cosa era lo que nos contaban y otra la realidad diaria en aquella región. Poco sabía entonces, al menos yo, de Cataluña. Mi madre me había hablado de Fransec Maciá, que había declarado la República Catalana y en la asignatura de Historia de forma breve nos habían contado la declaración de Compayns de independencia y como terminó fusilado por alta traición.



En aquella ocasión poco pude ver. Nos habíamos alojado en la calle Diputación 394 que estaba



lejos del centro. Solo pude comprar la postal de la Plaza de Cataluña, fotografiada anteriormente y se la mandé a mis padres.
Al regreso del viaje fuimos al mismo hotel y me atreví a ir en metro y ver la Plaza al natural. La recuerdo llena de autobuses y tranvías y me pareció muy grande. En aquella época no tenía mucha circulación.
Durante los años que pasé en la universidad fui un par de veces a Barcelona en tren y ya me di cuenta de que si por trabajo tenía alguna vez que residir allí tendría que aprender catalán lo primero. Me encantaron sus amplias avenidas trazadas en el plan Cerdá, sus edificios altos con patios interiores y las abigarradas Ramblas, así como el puerto.
No sabía entonces que tendría que ir repetidas veces por motivos laborales a Barcelona.
En uno de mis primeros trabajos tuve un compañero y amigo que era catalán, pese a llamarse Sánchez, me habló ya en el año 75 de las reivindicaciones catalanas en cuanto autogobierno y de la “represión” franquista.
En 1.978, yo trabajaba en la empresa SITRE y visité frecuentemente Barcelona, pues tuve dos importantes proyectos, la mecanización de la empresa fabricante de calderas Manaut y de los Talleres Tanar, donde se fabricaba la moto Bultaco. Esto me permitió trabajar codo a codo con catalanes y pronto hicimos amistad, siendo ambos proyectos un éxito. Entonces ya tenía familia en Barcelona, cuñados y sobrinos y dormía habitualmente en su casa. Me di cuenta del avance imparable del catalán como lengua de uso común en todas partes.
En 1.983 era yo subdirector de una empresa tecnológica catalana, radicada en Madrid, y que tenía buenos contactos con la Generalitat. Me ayudaban a preparar en catalán mis charlas, de contenido técnico que presentaba a funcionarios en el Palau, con ayuda del Sr. Molas nuestro representante allí. Se aceptaron los proyectos del correo electrónico y la red de datos en el Palau, donde lo más difícil era pasar los cables sin que se viesen, ya que se trataba de un edificio histórico. De nuevo me di cuenta de la importancia del idioma y de cómo ganaba terreno el elemento diferencial, en especial entre la población más joven cuyo origen no era Cataluña.



Hacia el año 85 había cambiado de trabajo y en una empresa de ingeniería realicé varios proyectos para el centro de control aéreo de Barcelona y para el aeropuerto del Prat, por lo que pude conocer de primera mano el funcionamiento aeroportuario. Veraneaba en la Costa Brava para estar más cerca de mis proyectos.
Era el del Prat un aeropuerto en aquellos momentos ya con bastante movimiento. Funcionaba el Puente Aéreo con Madrid, donde vi varias veces al Sr. Pujol. Nuestra instalación fue de megafonía y de indicadores de vuelos computerizados.



 Socialmente avanzaba el idioma catalán que ya comenzaba a arrinconar al castellano, en especial entre la gente más joven. Se acusaba ya al Estado de centralista y de excesivos impuestos, pero no existía clima de confrontación. Terra Lliure y la Crida habían desaparecido. Se intuía entonces una etapa de gran prosperidad que vino tras la olimpiada de Barcelona.
Por último en los comienzos de siglo trabajé en CIRSA, empresa netamente catalana. En un centro de investigación sito en Madrid, me encargué de dirigir un grupo de ingenieros que trabajaban en seguridad informática, juegos online y computación tolerante al fallo.



La sede social y fábrica está en Tarrasa, a donde me desplacé frecuentemente. Ya para entonces el independentismo disfrazado de nacionalismo se encontraba en franco avance, ante la retirada paulatina del Estado Español y las instituciones que le representaron en Cataluña.
Posteriormente el contacto que he mantenido con Cataluña ha sido por las visitas a mis familiares allí residentes. Y con preocupación vi como aparecía el rechazo a España y la falta de respeto a sus símbolos e instituciones, ante el silencio del Estado. La sustitución de policía nacional y guardia civil por mossos ya era patente así como una persecución encubierta de todo lo que pudiese tener un significado español.





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